Título
Dispertador del alma religiosa manual de exercicios, confesiones, soliloquios, y meditaciones de la ... Madre Juana de la Encarnación ... Augustina Descalça ... Se añade al fin ... algunos dictámenes espirituales, sacados de los escritos y practica de virtudes de la misma ... lo saca a luz el P. Luis Ignacio Zevallos, de la Compañia de Jesus ...
Autor
Juana de la Encarnación
Datos de la edición
Oficina real de Nicolás Rodríguez Franco
Madrid
1723
[48]+500 [i.e. 468]+[22] pp. ; 8º
Fuentes
Información técnica



PORTADA DEL EJEMPLAR

SigloXVIII/juanaencarnacion1723-1.jpg


[h. 1r]

Despertador del alma religiosa. Manual de ejercicios, confesiones, soliloquios y meditaciones

de la venerable Madre Juana de la Encarnación , religiosa agustina descalza en el observantísimo convento de la ciudad de Murcia.

Contiene cosas muy útiles y estímulos fuertes y suaves para el mayor aprovechamiento de las almas.

Se añade al fin, para el mismo intento, algunos dictámenes espirituales, sacados de los escritos y práctica de virtudes de la misma religiosa, en que puede ser imitada de todos, principalmente por las señoras religiosas de su instituto.

Lo saca a luz el padre Luis Ignacio Zevallos , de la Compañía de Jesús,

y lo dedica al gran doctor de la Iglesia san Agustín , padre, patriarca y fundador de las sagradas, esclarecidas órdenes, en ambos sexos, de los Ermitaños Augustinos.

En Madrid: en la Oficina Real de Nicolás Rodríguez Franco. Año de MDCCXXIII
[h. 1v][h. 2r][h. 2v]

[Grabado, recordatorio. Representa la visión de San Agustín por Juana de la Encarnación inscrito en un óvalo. A la derecha la monja agustina recostada en el catre y vistiendo el hábito de la orden, eleva la mirada hacia lo alto de su celda, donde aparece san Agustín arrodillado sobre rompiente de nubes, rodeado por cuatro ángeles, portando sus atributos iconológicos: báculo, mitra, y corazón llameante que dirige sus rayos hacia el corazón de la religiosa. El anillo del óvalo contiene una leyenda: El G.P.S. [gran patriarca san] Agustín acompo [acompañado] d [de] M[muchos] ángeles apareció, consoló, y alentó a su quer^[querida] hija Juana d[de] L[la] Encarnn[Encarnación] q[que] dseaba[deseaba] mor[morir] p[para] verse con XRTo [Cristo]. Alrededor del óvalo, en la parte superior, adornos en forma de jarrones y roleos; en la parte inferior, cartela con la inscripción, desiderium habens dissolvi, et ese cum Chrysto, ad Philip. Cap.1. v.23. quia amore langueo Cant. Cap.2 v.8. J. Palomo [Juan Palomo, grabador] d.[de] sd [su dedo] fcit[fecit]. La composición está rodeada por un dentaille. ]

[h. 3r]

Al sol de la Iglesia, águila grande, fénix del mundo, el excelso padre y patriarca san Agustín , obispo, doctor y fundador de la siempre ilustre, sagrada, esclarecida Religión de los Ermitaños Augustinos, consagra con este libro (el que lo saca a luz) sus votos.

1. Siendo la mayor honra y lustre de los hijos la grandeza, excelencia y prerrogativas de los padres: Gloria filiorum, parentes eorum, que dijo el Espíritu Santo, en pluma del Sabio a
a Prov. 17, 6.
, y habiendo ya dedicado [h. 3v] el Libro de la Pasión de Cristo, comunicada, por admirable beneficio, a la Madre Juana de la Encarnación, a la venerable, y siempre grande, Mariana de san Simeón, y al muy ilustre convento y comunidad observantísima de religiosas agustinas descalzas de Corpus Cristi, en la ciudad de Murcia, que fundó la misma, y que fue afectuosa madre, en lo espiritual, de esta grande alma, y a cuyos religiosos pechos se crió, desde los doce años de su edad hasta que con la muerte concluyó su carrera feliz, es consiguiente a mi obligación el consagrar este segundo tomo de sus Confesiones, soliloquios y Manual de ejercicios, a la protección poderosa y soberano patrocinio de su grande, preexcelso y esclarecido padre y patriarca san Agustín , de quien, como verdadera hija, participó, no sólo el hábito y la Regla, sino es lo que es más con su espíritu (todo rayos, llamas e incendio) la imitación de sus virtudes.
2. De las prerrogativas y excelencias de su venerable fundadora, como de los singulares ejemplos de aquel relicario observantísimo y gustoso apetecido retiro del mismo Dios, dije algo en el primer tomo de la Pasión, aunque no lo que quisiera mi veneración ni lo que merece su heroica singular [h. 4r] virtud. No siendo fácil resolver si recibió esta religiosa insigne mayor gloria por haber sido hija de aquel convento ilustre, y lucido como estrella en aquel abreviado firmamento, o si quedó éste más ennoblecido y rico (como la madreperla) por haber concebido en lo retirado de sus claustros, con el rocío del Cielo, una tan preciosa margarita. Lo cierto, y sin disputa, es que resultando nueva gloria en el grande Augustino, por haber tenido hija tan prodigiosa, ella misma queda más ennoblecida por serlo de un padre de tan desmedida grandeza que le llamaron el monstruo de África indefinible b
b El Reverendísimo Gante, en la Vida de San Agustín.
. Y a quien, aun siendo excesivo el elogio que dieron a un David, le viene como nacido: Sed tu unus pro decem milibus computarisc
c 2 Re.18,3.
. Pues aun repartido entre diez mil, quedaría superior y sin disminución su gigante espíritu.
3. El de Moisés fue tan grande que formó Dios con él setenta grandes hombres y héroes esclarecidos: Auferens de spiritu, qui erat in Moise, et dans septuaginta virisd
d Núm. 11,15
. Y no obstante se quedó su espíritu sin menoscabo alguno, siempre admirable, siempre grande, siempre sublime y siempre sin disminuirse: Non est intelligendum (dice la Glosa) quod aliquid sit ab latum a Moyse. Porque como el padre Cornelio a Lapide explica, en [h. 4v]Moisés estaba su espíritu como en fuente, antorcha y ejemplar: Erat spiritus in Moyse, quasi in fonte, Lucerna, et exemplari, indeque quasi in alios septuaginta derivatus este
e Alupie in cap. II Num.
.Y como por muchos retratos que se copien de un bellísimo ejemplar, aguas abundantes que se saquen de un fuente perenne, luces que se enciendan de una antorcha brillante, se queda sin disminución la antorcha, la fuente y el ejemplar, a ese modo, dice Cornelio, se dividió y derivó, sin menoscabo, el espíritu de Moisés en la Ley antigua; y esto mismo, a mi parecer, se vio reproducido en el grande Augustino, segundo Moisés de la Ley de Gracia, cuyo prodigioso espíritu se difundió como fuente de aguas vivas en su sabiduría, como lumbrera esclarecida en sus ardores, y como ejemplar hermosísimo en sus virtudes, de quien las copiaron innumerables santos, quedándose, aun cuando por tantos conductos dividido su admirable espíritu, sin disminución siempre gigante.
4. Para ser, pues, fuente perenne y dulce de aguas vivas de sabiduría, nació f
f Gante en su vida.
el preexcelso Augustino el año trescientos cincuenta y cuatro, en el tiempo infausto en que se hallaba el campo fértil de la Iglesia inundado con el nocivo envenenado riego de la herejía de Arrio, que por conductos tan amargos [h. 5r] quiso Dios que brotase esta copiosa fuente, cuyas aguas habían de saltar, por surtidores dulces, hasta la vida eterna. Y aunque lo hinchado y orgulloso de su soberbio cauce, lo fluido y deleznable de sus aguas hacia la corriente viciada de nuestra naturaleza le hicieron despeñarse (como el mismo santo lo llora, pagando con unas aguas los deslices de otras) a los prados amenos de los vicios. Aun en este tiempo se admiraron tan copiosas y abundantes las aguas de su sabiduría que, sin tener sumisiones de discípulo, se vio acreditado su pasmoso ingenio con las realidades de maestro. Pues se adelantó tanto en la Elocuencia, Retórica, Dialéctica y Filosofía, que siendo pasmo de los herejes, a quien seguía, era medroso susto de los católicos, a quienes impugnaba, pidiendo a Dios en públicas letanías los librase de la lógica de Augustino. Pero aquel Señor Omnipotente, que en este Saulo veía otro Pablo, con modo semejante al del apóstol, la manifestó (como escribe él mismo g
g Conf. L.7,c.10.
), aun siendo infiel, la Divina Esencia, y en esta inaccesible luz fue instruido de aquellos inefables arcanos, que solo para la veneración se le permiten al discurso: Quae non licet homini loqui.
5. De una fuente de Arcadia cuenta Pliniog
g 2 Cor12,4
que a vista del fuego se encrespaban [h. 5v] en rizos sus cristales, y a vista del fuego de la inaccesible luz de Dios, creció en la fuente de Augustino el cauce dulce de sus vivas aguas; y para que fuesen saludables a todo el mundo, las mezcló con las del Bautismo, que recibió del grande Arzobispo de Milán, san Ambrosio, cuando canoros cisnes, no a la muerte sino al principio de la mejor vida, alternaron el celebrado divino cántico del Te Deum, comunicándole Dios en la pila del bautismo, con las aguas de la Gracia, la vena más pura de la sabiduría: Aqua Sapientiae potabit illumh
h Eccl. 15,3.
. Difundiéndose en tan copiosos minerales, que no ha habido ciencia que no haya comprehendido, ni arroyo cristalino que de esta fuente no haya dimanado. Dígalo aquella universal perfecta comprensión de la Teología Sagrada Escolástica, Mística, Dogmática y Expositiva. Publique lo segundo por todos, quien vale por muchos, el Angélico doctor santo Tomási
i Rivadeneira en su Vida.
. Confírmelo el máximo entre los doctores san Jerónimo, que juzgó inaccesible a la perspicacia de su vista, luz en donde había puesto los ojos Augustino. Dígalo aquel encarecido [sic], aunque expresivo hipérbole de su ciencia, que llegó a afirmar j
j Gante, ubi supra.
que faltaba a la Ley de Dios lo que ignoraba Augustino, y que sería notado de clásica mentira el que dijese que había leído todos [h. 6r] sus escritos. Pero qué mucho, si dice su historiador discreto que sobre mil trescientos se han numerado sus libros, que solo gobernando Dios su pluma, como de la de Moisés, dice el Crisóstomo, pudiera haber volado tanto: Moyses ferebat calamum, sed Deus tamquam magister gobernabatk
k San Crisóstomo, ibid.
.
6. Pero no se ciñó a solos los libros el copioso cauce de esta cristalina fuente, sino es que se difundió a las cátedras, con sutilezas a los púlpitos, con fervores a los teatros, con tanta solidez de argumentos que dejaba convencida aun la protervia obstinada de los herejes, siendo su voz como de león africano, contra la herejía, el más formidable rugido: Et clamabat voce magna, quemadmodum cum leo rugitl
l Apoc.10, 3.
. Su lengua contra la culpa, aquella resplandeciente espada de dos filos que refiere el evangelista amado: Et de ore eius gladius utraque parte acutus exibatm
m Ap. 1, 16.
. Y su pluma, la espada que usó David contra Goliat, que no tuvo otra semejante en el mundo: Non est huic alter similisn
n I Re. 21,9.
. Y, finalmente, sus voces, formidables truenos que infundieron medrosos sustos a la avilantez vana de los herejes: Et cum clamasset, locuta sunt septem tronitua voces suaso
o Ap. 10.3.
, siendo en voz, lengua, pluma y palabra “de un entender más que humano, de un decir casi divino p
p Gante, ubi supra.
”. Así lo afirma su grande [h. 6v] hijo santo Tomás de Villanueva, y así se acredita de águila entre los doctores, remontando su vuelo, no sólo entre los demás, sino quedando superior a sí mismo: prodigio que, por nunca visto, llegó a pasmar a Ezequiel: Et facies aquilae de super ipsorum quatuorq
q Ez. 11.
. Y así, con justa razón llama la Iglesia a Augustino su firmamento, pues fundándose en su doctrina, se sustenta en medio de sus aguas: Fiat firmamento in medio aquarum. Que como de fuente cristalina – quasi in fonte - dimanan para fertilizar sus dilatados amenos campos.
7. Pero si fue el grande Augustino copiosa fuente en minerales dulces de sabiduría, fue en heroicas virtudes inextinguible antorcha, cuya brillante luz siempre fue en aumento en el camino de la perfección: Iustorum semita sicut lux splendensr
r Prov. 4,8.
. Hable su fe, entre el escuadrón volante de sus virtudes, tanto más inmaculada, firme y esclarecida cuanto más combatida de errores, entre las sombras oscuras de la herejía. Su esperanza era, como fundada en su fe, y así en todo igual a esta virtud; pero a una y a otra excedió su caridad. Su prudencia fue admirable, su mortificación continua, constante su fortaleza, y su paciencia invencible. Hable para consigo aquella pobreza evangélica, que le acredita perfecto ejemplar de religiosos, y de [h. 7r] pobres de espíritu; y para con los otros aquella liberal misericordia, que le publica luz de obispos santos y prelados insignes. Su obediencia, aun en lo más sensible, ciega, su conformidad, en inmensos trabajos, incontrastable, su castidad, desde el bautismo hasta la muerte, toda angélica. Pero las dos virtudes dominantes, en que se comprehende la perfección de este excelso santo, fueron su humildad y amor divino. Sin ser fácil de resolver si, por elevada, fue mayor su caridad o más excelente su humildad, por profunda y abatida.
8. El abatido, vil y despreciable concepto que hacía de sí mismo es el testigo de mayor excepción de su humildad profunda. Pues siendo el sol de la Iglesia, y el oráculo de los más sabios, confesaba que sus luces eran sólo reflejos de otros soles, y que sólo decidía por lo que los demás doctores de la Iglesia le enseñaban. Fue tan profundo el mirar de esta águila caudalosa, no ya a los rayos de su luz, sino al bajo conocimiento de su ser, que siendo celebrado por hacha resplandeciente para el mundo, y abrasada antorcha para con Dios, se tenía por indigno de recibir el sacerdocio, inhábil del todo para obispo, e inútil para la predicación, por falta de letras y de espíritu. Debiendo la Iglesia a san Valerio, su prelado [h. 7v] que Augustino, por no contravenir al mandato que le impuso, se ordenase, predicase y fuese a Hipona, sucesor suyo. Pero donde se acredita de admirable su humildad profunda es en los libros de sus Retractaciones y Confesiones. En aquél, con la más rígida censura, se desdice y retracta de cuanto, a los ojos de su desprecio propio pareció de corrección digno, en sus sentencias, palabras y sílabas. En éste descubrió al mundo los pecados de su juventud, manifestando con amargura sus llagas, llorando sus culpas, detestando sus yerros. Viniendo así su ingeniosa humildad a conseguir que glorificasen a Dios sus ignorancias y obras malas, y no sólo sus obras buenas, como a sus discípulos mandó la Majestad de Cristo: Ut videant opera vestra bona, et glorificent Patrum vestrum, qui in Caelis ests
s Mat. 5,16.
.
9. Que otras luces de la Iglesia han alumbrado al mundo con los resplandores de su celestial sabiduría y santidad, lo sabemos del Evangelio: Vos estis lux. Pero alumbrar con sombras, con errores, con ignorancias, con culpas, con defectos, esa es gloria sólo de la resplandeciente antorcha de Augustino. Otros muchos doctores dejaron de ser santos, y aun muchos ángeles de ser bienaventurados (como se vio en Luzbel[h. 8r] y sus secuaces, en los Tertulianos, Apolinares y Orígenes) por no confesar sus pecados, ni retractarse de lo que una vez habían dicho o escrito. Pero, excediéndolos, Augustino, tanto más grande cuanto más humilde, vino con sus Retractaciones y Confesiones a resplandecer tan igualmente en sabiduría y virtudes, ignorancias y vicios, que se podía pensar que sus tinieblas eran semejantes a sus luces: elogios que de sólo Dios se escribe; Sicut tenebrae eius, ita et lumen eiust
t Sal. 138.
. Sino es que digamos con santo tomás de Villanueva, grande hijo de Augustino, que fue más admirable el santo en sus tinieblas que en sus luces: Vir iste, licet magnus in virtutibus, certè mihi sublimis apparet in peccatisu
u Ser 2, San Agustín.
. Maravilla es grande que vuele Augustino al auge de sus luces en virtudes, sabiduría y escritos, trayendo en sus alas este nuevo sol la salud al mundo, a imitación del mismo Cristo: Orietur bobis, Sol iustitiae, et sanitas in penis eiusv
v Mal. 4, 2.
. Pero es tanto mayor prodigio que este mismo sol retroceda al Oriente de su juventud con la manifestación de sus errores y vicios, que en su comparación el primer milagro es fácil, como del sol maternal dijo Ezequías: Facile est umbram creceré: Neque hoc volo ut fiat, sed ut revertatur retrorsum decem gradibusx
x 4 Re. 20, 10.
.
10. Así brilló lucida esta resplandeciente [h. 8v] antorcha, aun cuando más parecía esconderse, como si fuera fácil que la luz se oculte; antes, puesta sobre el candelero, despidió tan resplandecientes brillos, que ilustró que ilustró la casa de toda la Iglesia: Ut luceat omnibus, qui in domo sunty
y Mt. 5, 15.
. Pero aunque fueron tantos los resplandores de esta antorcha, cuando en su dictamen estaba casi apagada para los hombres, fueron tanto mayores sus incendios de amor para con Dios que los ardores de su caridad oscurecieron los brillos de las demás virtudes. Por esta razón no me atrevo a hablar de su encendido amor, resolviendo, si no es investigando, no por respuestas, sino por preguntas. Sea la primera, en gloria de este serafín abrasado, que así le contemplaba san Paulino, obispo de Nola, su discípulo z
z Gante, supra.
. Si cuanto más baja del fiel una balanza hacia la tierra, sube más la otra hacia el Cielo, habiendo bajado en el peso del santuario del corazón de Augustino, tanto la de su profunda humildad, como hemos visto, ¿cuánto subiría y se elevaría hacia el Cielo su amor divino? Preguntémoselo a sus prodigiosos éxtasis, elevaciones y raptos de su espíritu con que volaba al Cielo, aun cuando estaba en este mundo. Nadie duda que la caridad de Augustino sobrepujó, como sin límite, a su entendimiento y sabiduría, pues habiendo sido [h. 9r] su entendimiento casi divino, como arriba dijimos, es preciso, por esta regla, que trascendiese su abrasado amor a los límites de su entendimiento.
11. El celo de la gloria de Dios y de la salvación de las almas es la piedra de toque en que el oro purísimo del divino amor muestra, según san Gregorio, sus preciosos quilates. Habiendo nuestro santo, por este fin, consumido todas sus fuerzas, escribiendo, predicando, disputando, convirtiendo pecadores, confutando herejías, convenciendo [a] sectarios y arruinando los errores de los maniqueos, arrianos, donatistas, pelagianos, instituyendo Religiones de hombres apostólicos y vírgenes purísimas para perpetuar hasta el fin del mundo a
a Gante, que cita por esta sentencia a Alapide.
(a donde ha de llegar su Religión sagrada, según la profecía de Juachin Abad ) su abrasado celo, ¿cuán sin límite, según estos principios ciertos, sería su caridad? La mayor caridad consiste, como escribe el amado discípulo, en exponer la vida por el prójimo b
b Jn. 15, 13.
. Habiendo este santo, no sólo expuesto la suya muchas veces por este fin, sino es también, en cierto modo, la salvación de su alma, clamando con voces de fuego a su Dios, como segundo Moisés, o segundo Pablo, que no quería su propia salvación sin la de sus prójimos y ovejas encomendadas, ¿Cuál [h. 9v] sería su sublime caridad y amor de Dios?
12. Cuando es más claro y penetrativo el conocimiento de las perfecciones de Dios (como se deja ver por el lumbre de gloria en los bienaventurados) es más perfecto y activo el amor de la voluntad, que sigue la luz del entendimiento. Habiendo sido, aun en esta vida, el que tuvo Augustino tan perspicaz, que como águila caudalosa miró, sin pestañear, tantas veces al Sol de Justicia Cristo, y al mismo Dios Uno y Trino. ¿Cuál, según esta claridad de conocimiento, sería de perfecto su amor? Si con la presencia del amado levanta más activa su llama la caridad, habiendo aparecido tan repetidas veces la Majestad de Cristo a Augustino, manifestándole sus llagas c
c Gante, supra.
, imprimiéndoselas en su corazón, rociándole este Señor sus labios con la sangre de su costado y con su leche virginal y blanco néctar de sus pechos María Santísima, y elevádole el poder divino, como a otro Pablo, a la gloria de su incomprensible divinidad, ¿cuánto, y cuán indecible sería su amor divino? Dígalo su corazón, tan opuesto a lo que se opone su dueño, que si algún hereje se atreve a entrar en la iglesia a donde se venera, o queda muerto o impedido para proseguir adelante: tan amante [h. 10r] de su Dios que, separado por un ángel de su cuerpo y entregado a san Segisberto dentro de un viril cristalino, diciéndole: “Recibe con veneración aquel tesoro de la Trinidad Santísima; da saltos con admiración y asombro” al cantarse así en el Te Deum como en la Misa, las tres veces Santo. Para que admiremos por mayor portento en Augustino muerto lo que fue un prodigio de amor en un David cuando vivo: Cor, et caro mea exultaverunt in Deum Vivumd
d Sal. 83.3.
.
13. Preguntóle (como a san Pedro ) en una ocasión, a su amado Augustino, la Majestad de Cristo, si le amaba. “Tú, Señor, sabes que te amo”, respondió con el mismo Apóstol. “¿Y cuánto me amas, Augustino?”, le replicó el Maestro Divino. Y, derretido su corazón con favor tan soberano, respondió las siguientes cláusulas, que, mejor que en diamante o esmeralda, tenía impresas en su pecho. “Si mis huesos –dijo- fueran lámparas encendidas, y mi sangre el óleo o bálsamo de que cebasen, todo yo ardiera en tu amor, y si mis venas todas, nervios, fibras y arterias, como son ataduras del cuerpo, fueran prisiones de mi alma, tan atado viviera a tu amor que jamás permitiera en mí el más leve rompimiento . “Pues, según esto, ¿qué fineza hicieras tú por mi amor?”, le dijo tercera vez la Majestad de Cristo. “Que en el caso imposible de ser yo Dios (respondió) y Vos, Señor, Augustino, dejara Augustino de ser Dios porque solo lo fuerais Vos”.
14. ¿Puede considerarse, en lo posible, amor más ardiente, llama más abrasada? Parece que no, pues llega a vencer imposibles, [h. 10v] a explicarse por delirios y a manifestarse por locuras. Creció tanto la llama que vino a consumirse esta antorcha en sus resplandores mismos; y así entre paroxismos de luces, dio su última llamarada, afectuosa cíctima del divino amor, renaciendo al Cielo fénix de la gracia, en la hoguera misma en que expiraba. En sin se apagó esta antorcha, porque también el sol conoció su ocaso: Sol cognovit occasum suume
e Sal. 103, 19.
. Murió Augustino; pero no murió, pues quedan herederos de su difunta luz, tantos brillantes astros, como se alimentan de sus incendios: Quasi in Lucerna. Murió Augustino; pero no murió, pues dimanan de la fuente cristalina de su sabiduría, tantos puros arroyos como en sus queridos hijos fertilizan el campo de la Iglesia: Quasi fonte. Murió Augustino; pero no murió, pues de su ejemplar sagrado nos dejó tantas perfectas copias que sustituyen las valentías todas del original: Tamquam in exemplari. Murió Augustino; pero no murió, pues dejó tantos retratos, tantas semejanzas, no solo en sus generosos hijos, si no es en tantas esclarecidas Religiones, tan santas como antiquísimas, que el santo fundó o dio Regla, en la Iglesia militante, para coronar de bienaventurados la triunfante.
15. Fue este gran Patriarca legislador y único instituidor de las sagradas, esclarecidas Órdenes, en ambos sexos, de los Ermitaños de san Agustín , que fundó el santo el año del Señor de trescientos ochenta y ocho; y el de trescientos noventa y cinco la de los Canónigos Regulares, a quienes [h. 11r], ya obispo, reformó, o extendió, con su Regla, su Instituto santísimo. El que, repartido por todo el orbe cristiano, hasta las partes más remotas del gentilismo, han dado, y cada día dan a la iglesia varones doctísimos de vida ejemplar, vírgenes purísimas, esposas de Cristo, de ilustre virtud, que, ya con las armas de oraciones y mortificación, ya con la espada de su pluma y lengua, templadas en la fragua del mejor Vulcano Augustino, en libros, cátedras y púlpitos, en disputas, escritos y apostólica predicación, como escuadrones volantes de luces clarísimas contra las sombras oscuras de la gentilidad, de la herejía y de la culpa, han llenado todo el Universo de triunfos gloriosos, y la Iglesia de santos, por reverberar en ellos, como en puros cristales, todo el sol Augustino su gran Padre. Título que mereció oír el santo, no sólo de los hombres, sino de la boca del mismo Cristo, en aquel caso prodigioso, cuando le encomendó su Iglesia y le apellidó Gran Padre Augustinof
f Iordan. Coron.
.
16. Mírense despacio, con san Gelasio, Papa, sesenta y tres Pontífices, hijos de Augustino, más de trescientos Cardenales, veinticuatro reyes, o príncipes, que, renunciando al mundo, profesaron su Orden eremítico, con más de veintidós mil patriarcas, obispos y arzobispos g
g San Augustino. Gante, supra.
. Cuéntense sobre estos, si acaso fuere posible, los santos sin número que celebra la Iglesia y su Religión sagrada, de esta esclarecida familia y admirable Instituto h
h Ver Calendario Romano, 85. Orden.
. Un san Fulgencio, un [h. 11v]san Alipio, un san Posidionio, un san Próspero, un san Ubaldo, un san Wilhelmo, un Nicolás de Tolentiono, un san Juan de Sahagún, un santo Tomás de Villanueva, un…, pero ¿cómo quiero reducir a número lo que excede la cuenta y el guarismo? i
i Jordan. Márquez. Roman. Pisan. Rivera y Gante. Esclarecida Crónica de la Órden.
. Pues de solos los mártires están declarados por la Iglesia veintinueve mil ochocientos once, fuera de otros quince mil, que hasta ahora no están publicados. Numerándose doscientos dieciséis los hijos de Augustino que están canonizados.
17. Llamola, pues, con mucha razón la congregación de Ritos, en tiempo de Alejandro Séptimo, a esta esclarecida Religión, Madre Fecunda de Santos. Pues, no pudiendo en muchos siglos, por su multitud, celebrarlos sucesivamente, tiene cada año un día diputado para rezar de todos juntos, como lo hace la Universal iglesia en el Oficio de Todos Santos. Pero ¡qué mucho, si es de la misma Iglesia militante y triunfante parte tan principal la Religión sola de Augustino, que manifestándosela el mismo Dios a santa Verónica de Vinasco en un prodigioso rapto (parecido al de san Juan en su Apocalipsis) vio en el Cielo un número tan sin número de solos los santos de su esclarecida familia, que prorrumpió en las misma palabras que san Juan viendo a todos los bienaventurados: Vidi turbam magnam, quam dinumerare nemo poterasj
j Ap. 7, 9.
. Pues si los hijos grandes son gloria de los padres, ¡cuán sin límite es la de Augustino, si es tan inmensa la de sus hijos!, y si estos son otros tantos ríos caudalosos de virtudes [h. 12r] que dimanan de la santidad de Augustino, ¡cuán incomprensible será el mar de sus perfecciones, y cuán pasmoso el ejemplar, si estos son sus retratos y trasuntos [ilegible]!
18. Hijas debemos llamar también del grande Augustino, por militar debajo de su Regla, aunque por otros santísimos fundadores, instituidas más de ochenta Religiones, mendicantes, monacales y militares k
k Jord. Cor Excelent de la Relig. Dubal. Premostrat. Sobre su explicación Gante y los otros, supra.
. Las más conocidas en nuestra España son, con la Ilustrísima de Nuestra Señora de la Merced, Redención de Cautivos, las de los Padres –teatinos, Clérigos Menores, con la de San Juan de Dios y la de los Servitas, instituida por san Felipe Benicio. Las militares de lso Teutónicos, de san Jorge; las esclarecidas de San Juan y Santiago, la del Toisón de Oro con la de Sancti Spiritus. Y las dos insignes de Premostratenses y Predicadores. A san Norberto, padre y Patriarca de la primera, le dio por su mano la Regla que había escrito el mismo Augustino, bajando del Cielo. Santo Domingo de Guzmán, legislador y fundador de la segunda, habiendo sido canónigo regular de san Agustín, dio también a su esclarecida familia la Regla en que él mismo había vivido. Y si sólo de estas dos Órdenes ilustrísimas fuera más fácil numerar las estrellas del cielo que contar, no sólo el número sin número de sus doctores, predicadores grandes y maestros insignes, las tiaras, capelos y mitras que consagraron, si no es lo que es más, el maremágnum de santos pontífices, obispos, confesores, mártires, [h. 12v] y vírgenes que celebra la Iglesia, canonizando con su santidad la Regla que observaron de Augustino. ¿Cuánta gloria se refunde en el santo, como sol de la Iglesia, por haber influido en lumbreras de magnitud tan desmedida? Y teniendo estas, y las demás Religiones referidas, tantos otros conventos de purísimas vírgenes esparcidas por todo el mundo, que observaron la misma Regla. Con otros muchos l
l De disciplina virginum, cap. 2.
de religiosas canoniquesas de San Agustín , las de Madre de Dios, las de la Visitación, que fundó san Francisco de Sales, y otras, san Laurencio Justiniano, canónigo también reglar de san Agustín , como las de santa Brígida, etc., de cuyas sagradas familias hay tantas esposas de Cristo puestas en los altares. ¿Cuánta alabanza se le recrece a Augustino en haber, por su Regla, en tan generosos espíritus influido? Y más si atendemos a que las cándidas purísimas vírgenes, como las llamó san Ciprianom
m Gante, supra.
, son la más ilustre parte del rebaño de Cristo: Illustrior portio gregis Christi.
19. Pero, ¿qué añadiremos de las religiosas ermitañas de este glorioso patriarca, entre quienes militó la venerable Madre Juana de la Encarnación , cuyas Confesiones, Soliloquios y dictámenes espirituales escribimos? Diremos con toda verdad que si entre los hombre se glorían con tanta razón de ser sus hijos primogénitos los religiosos agustinos, con la misma razón, entre las mujeres, se honran estas nobles vírgenes de ser sus primeras hijas. Porque sólo estas dichosas Ermitañas lograron que el [h. 13r] mismo santo las fundase, dándolas por su mano la Regla, hábito y sagrado instituto. Instituyendo su primer convento en la ciudad de Hipona, donde ya era obispo, señalando a santa Perpetua, su hermana por su primera prelada y superiora. A estas sus queridas hijas escribió el santo un libro que anda entre sus obras, De la santa virginidad y sobriedadn
n Gante, supra.
, propio de su sabiduría y espíritu. Y, para que no les fuese inútil la pureza del cuerpo sin el oleo de la caridad del alama (como a las vírgenes necias del evangelio) las escribió una eruditísima carta, en que las exhorta a la fraterna unión, paz y concordia. Con este cultivo de un Padre tan grande, llegó aquel pequeño convento, como la piedrecilla de Daniel, a crecer en monte tan grande que llenó toda la tierra: Factus est mons magnus, et implevit universam terramo
o Daniel, cap. 2.
. Viéndose extendido su sagrado instituto de religiosas ermitañas de san Agustín , Descalzas, Recoletas y Calzadas, no sólo por toda el Asia y tercera parte del mundo, sino es por Italia, España y toda Europa.
20. Y ¿quién, sobre esto, podrá explicar con pocas palabras (aunque exceda la brevedad de una dedicatoria) los elogios de que son dignísimas estas religiosas ermitañas? Siendo en ellas lo menos lo ilustre de su sangre y esclarecida nobleza, hasta dejar muchas puesto preminentes, títulos y aun grandezas que tuvieran en el siglo, por abrazarse con el hábito humilde y Regla de Augustino, con la cruz de Cristo [h. 13v], como se hizo patente en esta Corte de Madrid, donde esto escribimos. Hablen sus Crónicas, sus Anales y Solar esclarecido, en que se ponen tantas vírgenes purísimas, hijas de Augustino, insignes por sus milagros y venerables por sus virtudes. Sin contar los otros libros en que, más latamente, se refieren las vidas de mujeres ilustres de este mismo instituto p
p Romano, en la Crónica.
. Hablen las santas todas puestas en los altares de esta sagrada familia, las célebres Ritas de Casiam las Áureas Genovesas, Limbainas, Verónicas de Vinasco y Claras de Montefalcoq
q Rivadeneira, Vida de santa Clara de Montefalco.
, todas religiosas agustinas, con santa Máxima, madre y capitana de otras insignes mártires y vírgenes, de quienes reza su Religión esclarecida.
21. A las que debemos añadir, o poner en primer lugar, como merece, a una santa Mónica, con tan hermoso título como haber concebido con sus lágrimas, quebrantos, clamores y dolores de su corazón, el espíritu gigante de su hijo Augustino, y por esto haber sido una imagen bellísima de aquella mujer grande que vio san Juan en su Apocalipsis: clamabat parturiens, et cruciabatur ut pariatr
r Ap. Cap. 12.
, si no es que diga, con Cornelio Alapide, que santa Mónica fue el original prodigioso, y su pintura aquella señal grande: Talis mulier parturiens fuit Sancta Monica, quae filium Augustinum, tam carne quam spritiru: puta multis precibus, lagrimis et laboribus Deo peperits
s Cornelius, hic.
. Esta mujer grande fue la siempre esclarecida Mónica, que concibió y dio a luz no sólo la carne, sino mucho [h. 14r] más, aquél valiente espíritu de Augustino, debiéndose a sus continuos trabajos, oraciones y lágrimas, un tan gran hijo. Así lo dejó firmado de su mano el mismo Augustino. La madre de mi carne (dice el santo, Libro II de sus Confesiones) lo era más de mi espíritu, debiéndose mi conversión a sus continuas lágrimas, oraciones y ayunos. Pues si tanto debe la Iglesia a este glorioso patriarca, por ser padre de tan santos hijos, ¿qué deberá a Mónica por habernos dado al mismo Augustino? Este, como sol de la Iglesia, influyó en tan hermosos astros y brillantes estrellas, pero aquélla, como Aurora, fue madre de este mismo sol. Digamos, pues, en gloria del hijo y de la madre: Bienaventurado el vientre que te engendró. Palabras en que exclamó san Paulino, obispo de Nola, al ver y oír, con asombro, a su maestro Augustinot
t Gante, supra.
.
22. Pues si estas son las hermosas flores, que en el jardín de la Iglesia hasta ahora espiran tan suave fragancia y buen olor de Cristo, ¿cuál sería el jardinero que las plantó y cultivó y siempre las cultiva y gobierna? Si son estas las ramas de adonde penden tan sazonados frutos de virtudes, ¿cuál sería el tronco y la raíz de adonde tienen su origen? Si estas son las estrellas, ¿cuál sería el sol que las ilumina? Y si estos los preciosos granos, ¿cuál la dorada espiga? Diré, pues, mirando como de un lance, todos los afortunados hijos e hijas de Augustino, con verdad integérrima, lo que aquel poeta profano u
u Claudiano. Panegírico de Laude Stilo.
escribió con adulación fingida: Qua exparguntur in omnes in temixto fluit; et qua divisa beatos efficiunt collecta tenes . Que las virtudes, los dones, las gracias, excelencias y prerrogativas, esparcidas en el maremágnum de santos y santas, hombre y mujeres ilustres en virtudes, perfecciones y maravillas, con todos los demás héroes esclarecidos en santidad y sabiduría, del hábito y Regla de Augustino, en el mismo santo como ejemplar bellísimo: quasi exemplari, están sin confusión juntas, y sobrando ellas repartidas para llenar la gloria de bienaventurados, todas, como en su centro y original, están sin menoscabo en el preexcelso Augustino, hermosamente unidas.
23. Llegamos ya, aunque tarde, al objeto dignísimo de este libro: la venerable Madre Juana de la Encarnación , que en el convento, siempre ilustre, de Agustinas Descalzas, en la ciudad de Murcia, tuvo la dicha de ser hija de Augustino, debiéndose decir, con mucha mayor razón, de hija y padre, lo que aquel poeta dijo de Isabela y de Felipo: Quod Pater ille tuus fuerit, laus magna Philippi est; laus tua quod tanti Filia Patris erat. Sólo añadiré de tan noble hija, en gloria del santo, que fue a su glorioso padre tan parecida, en lo que cabe en una mujer fuerte en virtud, que trajo su origen muy de lejos: Mulierem fortem, quis in veniet? Procul, et de ultimis finibus precium eiusv
v Prov. 31, 10.
. Que siendo el ejemplar Augustino, y ella solo imagen suya, aunque hermosísima, parece que le bebió en los primores más singulares todo su espíritu dulcísimo. Tales fueron en el santo patriarca, como vimos, ser [h. 15r] en el amor de Dios y del prójimo, un fénix abrasado; y salió la hija tan parecida al padre, como lo manifestaba su corazón mismo, que por la fuerza de este divino fuego que la llovió del Cielo: desursum est descendens a Pater luminumx
x St. c.1.
. Eran tales los golpes, ímpetus y recios latidos que no le cabía en el pecho, ni aun en el cuerpo todo, ni en todo el mundo, como ella dejó escrito y
y Vide la palabra corazón en el índice infra.
. Si el santo mereció por su amor divino le imprimiese las llagas en su corazón la Majestad de Cristo, a esta su fiel imitadora la comunicó el mismo Señor toda su Pasión, por admirable beneficio z
z Libro de la Pasión.
. Si el padre hizo en los prójimos, con sus palabras, oraciones y escritos, tan pasmoso fruto, con sus palabras, oraciones y también con sus escritos, esta hija suya hizo en vida, y continúa después de muerta, en hacer muchos bien a las almas, así pecadoras como justas, como con mayor latitud, siendo Dios servido, se verá en su Vida a
a Véase Compendio de su Vida.
.
24. Por pasmoso vimos en el santo aquel su heroico afecto con que no quería la misma gloria sin la salvación de sus ovejas, como buen pastor: Bonus Pastor animam suam dat pro ovibus suis. Y esta su noble hija nos dejó escrito y firmado con su mano que se ofrecía gustosa a privarse de la bienaventuranza, y para siempre padecer sin culpa el infierno de condenados y demonios, con tal que los demonios todos, y condenados, gozasen de Dios eternamenteb
b Hic. L. 2, cap. 24, fol. 286.
. Si dejara Augustino de ser Dios, porque solo Dios lo fuera. En el caso también imposible, de tener esta su [h. 15v] hija las perfecciones de Dios, las dejara para que solo Dios las poseyera, quedándose en ser polvo y ceniza, como también lo dejó escrito con purísima tinta c
c Folio 284 infra.
. Otro de los primores de espíritu de este glorioso santo, que comprehende muchísimos, fue el de los Libros de Retractaciones, Confesiones, Soliloquios y Manual de Ejercicios. Pues léanse de la venerable Madre los escritos y se hallarán entretejidos, como el cielo de estrellas y el campo de flores, de este mismo asunto, como se puede ver en este libro donde se han juntado en diversos olorosos ramos, su Confesiones, con que llora sus faltas, sus Meditaciones, Oraciones y Manual de Ejercicios y Dictámenes de Espíritu, con sus Soliloquios, todos esmaltados de tantas perlas cuantas escribe sílabas, con tan viva animosidad y valiente energía, elegancia y copia de palabras, y tales inventivas de su amor ardiente que, sembrando fuego divino en cada una de sus cláusulas, podíamos intitular este libro: Parte segunda (en esta su grande hija) de las Confesiones, Soliloquios, Meditaciones y Manual del Preexcelso Augustino.
25. Los incendios de esta grande alma tuvieron su mayor perfección y cunmplimiento los últimos años de su vida. Lo que me consta muy de cierto, así por sus escritos, que formó su pluma el último tiempo de su vida, que tengo muy leídos, como por noticias de su confesor mismo, que todo lo tocó hasta su muerte, en el modo permitido de moral certeza y seguridad. Y fueron [h. 16r] tan parecidos estos años a los últimos de su padre Augustino que la semejanza pudo tener visos de identidad. Porque en este tiempo, la hija como el padre, en sumo retiro, recogimiento y abstracción de todo lo visible, vivió más en el Cielo que en la tierra, donde amaba, donde animaba: Nostra conversatio in Caelis estd
d Flp. 3, 10.
. Con tan eficaces deseos, dulces, violentas y suaves ansias de volar a su centro, como pura llama que se podía pensar haber sido todo este tiempo su vida milagrosa e
e Vide infra,palabra muerte en el índice.
, o que tenía fuera del cuerpo, para decirlo así, la mitad del alma, que desfallecía, con semejanza a la Esposa Santa, por la fuerza del divino amor: Qua amore langueof
f Cant. 2
. Corriendo mucho peligro su vida, porque la muerte se tardaba, creciendo por puntos, con el Apóstol, las ansias de ser desatada su alma de su carne y verse con Cristo: Desiderium habet dissolvi et ese cum Christog
g Flp. 1.
.
26. Con ser esto así, debe con gran verdad decirse, en gloria de Augustino, que cuanto bueno hubo en esta su hija y fiel imitadora, lo participó ella, en los principios de su virtud, medios, progresos y fines, a influjos de este gran sol de la Iglesia y padre suyo. Un sermón que oyó de la santidad de Augustino, a los once años de su edad h
h Compendio de su Vida, e infra. Fol. 12.
, la determinó a tomar su hábito y sagrado Instituto. Estando ya para morir, a poco tiempo de religiosa, le debió una salud y vida milagrosa. En los progresos de su virtud, y aun muchos años antes de su muerte, no pudo la diligencia más cuidadosa, [h. 16v] aunque lo procuró, encontrarla el menor quebrantamiento de la Regla de Augustino i
i Libro de la Pasión.
, a quien debió, por último, sus gloriosos fines, en los cuales (como expresa la lámina puesta al frente de este libro) la apareció el santo, acompañado de ángeles, cuando ella estaba muy enferma (lo que, en semejante caso, hizo con su hijo san Nicolás de Tolentinoj
j Gante.
) y la visitó, consoló, alentó a padecer hasta morir, y, celebrando en su presencia una misteriosa Misa k
k Compendio de su Vida.
, la miró con ojos amorosos, reconociéndola por su hija legítima, provocándola, con tamaño favor, como águila generosa que pone a sus polluelos a vista de los rayos del sol: Sicut Aquila provocans ad volandum pullos suosl
l Deut. 32.
. A volar muy alto, hasta la última respiración, en el amor divino y alta contemplación, hacia las finezas de su Dios.
27. Esta fue la hija tan parecida a su gran padre, o, por mejor decir, este es el padre retratado en tan esclarecida hija m
m Gante, Jordán, Ram[írez]. Márquez Dubal. Rivadeneira.
. Y pues yo, preexcelso Padre, me hallo incapaz de publicar tus grandezas y prerrogativas, hablen por mí, finalmente, los mayores santos de la Iglesia, los maestros, sabios y doctores insignes, los concilios provinciales y generales, los obispos, cardenales y sumos pontífices que te apellidan a voces columna del Universo, pozo de sabiduría, flor de los grandes ingenios, ornamento de las escuelas, maestro insigne, sol de la Iglesia, fénix del mundo, arca del testamento, ciudad de Dios, puesta sobre el monte, castillo inexpugnable de la religión [h. 17r] Católica, sal de la tierra, columna de sabiduría y amor divino, escudo de la fe, martillo de los herejes, Salomón de la ley de gracia, miembro principal del cuerpo de Cristo, firmamento de la verdad, vena de aguas vivas, purísima fuente y de las Iglesias doctor esclarecido. El celebrado y admirado de todo el orbe cristiano, como un prodigio indefinible, el temido de los demonios, aplaudido de los católicos, aborrecido de los herejes, favorecido de Cristo con su sangre y con el cándido y preciosísimo néctar de María Purísima, el fénix de la caridad, abismo de sabiduría, artificiosa abeja de Dios, que fabricó panales de dulzura divina, la antorcha puesta sobre el candelero de la Iglesia, hombre celestial, imagen de la divinidad, entendimiento casi divino, águila entre los doctores, trono donde Dios puso su sabiduría, padre de padres, espejo de prelados, ejemplar de obispos y, en una palabra, el doctísimo entre los santos y entre los muy doctos santísimo.
28. Recibe, pues, benévolo, oh gran padre Augustino , con mis rendidos votos, este libro de tu querida hija Juana de la Encarnación, que de nuevo consagro a tu gran patrocinio. Pequeño don es por lo que lleva de mío, pero eslo muy grande por ser todo tuyo, su objeto dignísimo. Recíbelo con el fin único, que miro, de la mayor gloria de Dios y bien de las almas, en cortísima insinuación a tus sagrados cultos, y en satisfacción del afortunado hurto de los papeles de conciencia que escribió por [h. 17v] obediencia esta tu hija querida. Recíbelo por muestra de mi gratitud a los continuados favores que a sus tan dignas y caras hermanas de las esclarecidas Descalzas Agustinas de Corpus Cristi, en su ilustre convento de Murcia, deben los hijos de la Compañía de Jesús, que, elegidos por confesores suyos, son fieles testigos de la perfección escondida de tan grandes alamas. Y, por último, recíbelo debajo de tu amparo, para que corra sin ofensión este libro, y para que todas tus hijas Descalzas, Recoletas y Agustinas Calzadas, añadan a su Crónica y Solar esclarecido, esta nueva valiente idea de virtudes, copiada del ejemplar, sin ejemplar, de tus perfecciones. Ella fue una fuentecilla pequeña en los principios de su vida, pero parecida a la que vio Mardoqueo en la Sagrada Escritura, que creció en caudaloso río; río que se convirtió en luz clara; luz que se transformó en un sol hermoso; sol que se transfiguró para el bien de las almas, en celestial rocío de cristalinas, saludables aguas. Debiéndose (como consta de cuanto se ha dicho) esta fuente, este río, esta luz, este sol esclarecido, que sois vos, oh grande Augustino, que diste a la Iglesia una segunda Ester en sola esta hija, a quien el mejor Asuero elegido por su esposa: Parvus fons, qui crevit in fluvium, et in lucem, solemque conversus est, Esther est, quam Rex accepit uxorem et voluit ese reginamn
n Esther, 40.
.
[h. 18r]

Licencia de la religión

Francisco Grande, Provincial de la Compañía de Jesús, en la provincia de Toledo, por particular comisión que tengo de Nuestro Padre General, Miguel Ángel Tamburini, doy licencia para que se imprima un libro, intitulado: Despertador del alma religiosa, Manual de ejercicios, Confesiones, Meditaciones y Soliloquios, con otros Dictámenes espirituales, sacados de los escritos y práctica de las virtudes de la venerable Madre Juana de la Encarnación , religiosa agustina descalza, del convento de la ciudad de Murcia, que saca a luz el padre Luis Zevallos , religioso de dicha Compañía, el cual ha sido visto y examinado por personas graves y doctas de nuestra Religión. En testimonio de lo cual, di esta, firmada de mi nombre y sellada con el sello de mi oficio. En nuestro colegio de Ocaña, a doce del mes de octubre de mil setecientos veintidós años.
Francisco Grande.

[h. 18v]

Aprobación del reverendo padre maestro Manuel Xavier , de la Compañía de Jesús, catedrático que fue de Filosofía y Teología en los colegios de Plasencia, Alcalá y en el Imperial de esta Corte, examinador sinodal de Toledo y Plasencia.

M[uy] P[oderoso] S[eñor] De orden de Vuestra Alteza he visto un libro, cuyo título es: Despertador del alma religiosa, Manual de ejercicios, Confesiones, Meditaciones y Soliloquios, con otros dictámenes espirituales, sacados de los escritos y práctica de las virtudes de la venerable Madre Juana de la Encarnación , religiosa agustina descalza del convento de la ciudad de Murcia; su autor, el padre Luis Zevallos , religioso de nuestra Compañía de Jesús. Confieso que, al primer paso, me hallo confuso, sin saber por dónde debo dar principio a esta Aprobación: si por lo que contiene el libro o por lo que su autor se merece en sacarle a pública luz. Pero, creyendo que fuera ofender gravemente su religiosa modestia el elogiar su buen deseo, devoción y celo santo en ponernos a la vista un ejemplar tan admirable para la práctica de las virtudes religiosas (como el que contiene este libro), diré lisamente mi sentir, que de justicia tendrá los votos, con veneración de todos, principalmente de los religiosos que quisieren avivar sus deseos y encender sus fervores a vista de este gozoso espíritu de una hija del [h. 19r] Águila de la Iglesia, san Agustín, que supo remontar su vuelos hasta las alturas del Líbano para mantenerse del corazón del cedro: Aquilla venit ad Libanum et tulit medullari Cedrio
o Ez. 17, 4.
. O, por mejor decir, voló su espíritu a las fragosas y ásperas cumbres del monte Calvario, para saciarse de los dolores y tormentos del Árbol de la Cruz, en que se mostró su divino esposo crucificado. Prueba de esto es otro libro que anda impreso por el mismo autor, de este singularísimo beneficio que hizo su Majestad a esta sierva suya, poco tiempo antes de su dichoso tránsito a mejor vida.
Puedo decir (y no sin confusión mía), que tuve la fortuna de conocer a esta venerable Madre, en cuya modestia, circunspección y suavidad de palabras, parece puso Dios singulares atractivos para rendir y abrasar en su divino amor a los más helados corazones. Su exterior, sin hazañería, su modestia prodigiosa, su conversación ceñida al punto, o materia de que se hablaba, y siempre de cosas santas, sus palabras las precisas, y tan remiradas que no hallará en ellas que morder la más sutil lima: trasluciéndose en ellas que, si hablaba con los hombres, su trato y conversación era como aquella que decía el apóstol san Pablo: conversatio nostra in Coelis estp
p Filp. 3, 10.
. Allí tenía su corazón, como piedra imán más preciosa, calado siempre al norte de su esposo y de su Dios, sin que los sinsabores, mortificaciones interiores o exteriores, penalidades y trabajos propios o de sus parientes (golpes que a los no descarnados del mundo penetran hasta el alma) o la inquietasen su inalterable serenidad, o la turbasen la paz en el ejercicio de las virtudes [h. 19v] religiosas, o la entibiasen en los fervores de su encendido amor y caridad con Dios y con los hombres. Véanse los Soliloquios, y se leerá en ellos una irrefragable prueba de un alma abrasada, que respira volcanes de sagrado incendio de amor de Dios, y al mismo tiempo se haga justa reflexión de si se podrá aplicar a la venerable Madre el quis nos separabit a charitate Christiq
q Rom. 8, 55.
, que dijo san Pablo, que yo aseguro que no pase a calificarme de apasionado de esta venerable Madre en lo que digo (nota que toleraré con gran complacencia) aunque sí me confieso venerador de sus virtudes, en aquel grado que, según los decretos pontificios, me es hoy permitido.
Lo contenido en este pequeño volumen, a mi corto entender, está arreglado a lo que corresponde a un escrito que tira más a enamorar las almas con una santa devoción que a deleitar [a] los lectores con frases elevadas y cláusulas sonoras, a las que llamó, discretamente, Claudiano Mamerto: Spuman puerilium verborum qua imperitae aures conspuunturr
r Claudiano Mamerto, L. 3, De statu animae.
. Creo que es desgracia de nuestros tiempos agradar más a los hombres las cadencias de un estilo afectado que regalan el oído, que los desengaños sólidos que, sinceramente propuestos, convencen al entendimiento. San Ennodios
s B. Ennodio, epístola a Artolamia, 21.
, escribiendo a Artolamia, prescribe el estilo, no de lo que es una pura y sencilla expresión, como la de este libro, en los puntos que toca, sino aún de los que se puede calificar por panegírico de un alma virtuosa y perfecta: Testimonium dat (dice el santo) honorum sine dubitatione meritorum, si studeas laudibus prosequi sub debita continentia perfectos, fit [h. 20r] sanctis proximus, qui in illis, sine fucco praeseat sanctitatem. No necesita la virtud de los adornos y afeites de cláusulas limadas ni de expresiones floridas y brillantes: la sencilla expresión y el más llano estilo dan más golpe a la razón, porque demuestran la verdad más sinceramente, sin lisonjear con el halago de los lacónicos periodos, que eso es buscar rodeos, para que en el alma se impriman los avisos y los ejemplos de los santos. San Pablo nos advirtió de esto mismo: Non in persuasibilibus humana sapientia verbist
t I Cor 2.
. Tomás de Kempis, en su libro de oro del Contemptus Mundi, no desmerece el aprecio de todo el mundo porque corra su traducción en un muy vulgar estilo.
Máxima es esta en que conspiran los más cuerdos y escientíficos escritores, pues lo que llevo dicho no es sentir propio mío, en que mal fiara este dictamen, que he aprendido en los maestros de la Facultad. Y concluyo, finalmente, con unas palabras al mismo asunto, de san Ciprianou
u Epístola 2 a Donato.
, a quien no puede ponerse en duda ni la elocuencia ni la discreción. Dice, pues, a Donato: accipe, non disserta, sed fortia; neque ad audientiae popularis ille cebram culto sermone facta, sed ad divinam indulgentiam praedicandam rudi veritate simplitia.
Por lo cual soy de sentir que puede Vuestra Alteza conceder al autor la licencia que pide, pues su buen deseo merece ser atendido, y su libro darse a la prensa, no conteniendo nada que se oponga a los regios derechos de las regalías, sino es muchos avisos que animan a los virtuosos, y documentos saludables, que instruyen y preservan a los deseosos de aprovechar en el camino de la virtud, en que tantas almas suelen peligrar por no vivir [h. 20v] prevenidos de los precipicios en que se exponen a caer Y, últimamente, pone a la vista los varios e inescrutables caminos por donde Nuestro Señor lleva a un alma a la perfección, ejercitándola, ya con favores y consuelos, que la avecinan y colocan entre las estrellas, ya con tentaciones y desamparos, que la abaten hasta lo más profundo de los abismos; de esta sucesiva alternada variedad de sucesos, teje la divina providencia los lazos, ya de duros ásperos cordeles, que apuran la esfera de la tolerancia, ya de grillos y eslabones de oro, templado en las fraguas del amor divino, para atraernos hacia sí, como dijo el profeta Oseasv
v Oseas, cap. II.
: In funiculis Adam trabam eos in vinculis charitatis. Aunque unas y otras deben graduarse por singulares beneficios de su Majestad, siendo cadenas suaves y engarces de mayor cariño. Este es mi sentir Salvo, etc. En este Colegio Imperial de Madrid, y noviembre 10 de 1722.
Manuel Xavier

[h. 21r]

Licencia del ordinario

Nos el doctor don Cristóbal Damasio , canónigo de la insigne Iglesia colegial del Sacromonte Ilipulitano valparaisco, extramuros de la ciudad de Granada, inquisidor ordinario de Corte y vicario de esta villa de Madrid, y su partido, etc. Por la presente, y por lo que a Nos toca, damos licencia para que se pueda imprimir e imprima el libro intitulado Despertador del alma religiosa, Manual de ejercicios, Confesiones, Meditaciones y Soliloquios, con otros Dictámenes espirituales, sacados de los escritos y práctica en las virtudes de la venerable Madre Juana de la Encarnación , religiosa agustina descalza del convento de la ciudad de Murcia. Atento que de nuestra Orden ha sido visto y reconocido constar no haber en él cosa opuesta a nuestra santa fe católica y buenas costumbres. Fecho en Madrid a 10 de noviembre de 1722.


Doctor Damasio

Por su mandado
Joseph Fernández



[h. 21v]

Censura del reverendo padre Diego de Arce , catedrático, antes de Filosofía y de Prima de Teología en los colegios de Plasencia, Toledo y Murcia, y ahora de Prima de Teología en el Colegio Imperial de esta corte, y examinador sinodal de Plasencia.

Por comisión del señor don Cristóbal Damasio, vicario de esta villa de Madrid y su partido, he visto un libro intitulado Despertador del alama religiosa, Manual de Ejercicios, Confesiones, Soliloquios, con otros Dictámenes espirituales, sacados de los escritos y practica en las virtudes de la venerable Madre Juana de la Encarnación , religiosa agustina descalza en el convento de la ciudad de Murcia. Y habiéndole leído todo con tanto gusto como atención, no he hallado en él cosa que se oponga a nuestra santa fe y buenas costumbres; antes contiene una doctrina la más sólida, útil y necesaria para cuantos desean su mayor aprovechamiento en el servicio de Dios. Viniendo muy a propósito a los escritos de esta venerable religiosa lo que Ozias, con los otros presbíteros, dijeron de las palabras de la santa y célebre Judit, tan llena de virtudes como de celestiales doctrinas: Omnia qua locuta est, vera sunt, et non est in sermonibus tuis ulla reprehensiox
x Judit. 8, 28.
.
Verdad es que, como tan ilustrada de Dios, esta grande alma ocultó en su vida lo más eminente de sus virtudes y dones admirables que su dulcísimo esposo muchas veces la comunicó, y se pueden ver apuntados en el compendio que anda impreso de su Vida. Porque sabía muy bien esta Sierva de Dios, que sacramentum Regis abscondere bonum esty
y Tob. 12.
, que enseñó el ángel a Tobías. Y que quiere el Señor a sus esposas amantes, como un huerto de sus delicias, adornado de las hermosas flores de todas las virtudes, sí; y como fuente de purísimas cristalinas aguas donde se deje mirar su imagen perfectísima, también; pero como huerto cerrado al aplauso y estimación del mundo, y como fuente sellada con el sigilo del silencio y disimulo: hortus conclusus soror mea Sponsa; hortus conclusus, fons signatusz
z Cant. 4, 12.
. Pero lo que ocultó su lengua para mayor seguridad, fuera de sus confesores, para las demás criaturas, dispuso el cielo, por medio de la obediencia, se explicase en sus escritos, siendo su lengua su pluma, o por mejor decir, la misma lengua de Dios, sin entenderlo ella, habló por su pluma con la mayor expresión y velocidad: lingua mea calamus scriba velociter scribentisa
a Sal. 44.2.
. Y no sin misterio se puede comparar su pluma a la de un escribano diestro y que escribe con velocidad, porque, dejando aparte la excelente forma de su letra y el prodigio de haberla Dios muchas veces, insensiblemente, multiplicado el papel en que escribía, para quitar la nota que hubiera en pedirlo en tanta cantidad, corría tan veloz su pluma en el mismo año en que estaba casi imposibilitada, por graves accidentes, de escribir una carta, que más parece que volaba, que no que escribía. Pues, en una o dos horas que pedía a Dios licencia para obedecer, escribía más que pudiera naturalmente, según su experiencia, en otras materias, estando buena, por casi un día entero.
Pero con ser tan averiguadas estas maravillas con que escribía Dios con su dedo mismo, ¿cuánto gusto recibía con los escritos de esta su esposa dulcísima? Se debe decir que ella misma por su santidad, [h. 22v] fue su mayor maravilla. Pues de sus virtudes heroicas, ha más de veintidós años que tengo singular aprecio y estimación, y aún alguna experiencia de ellas y conocimiento de algunas singulares acciones milagrosas. De suerte que cuanto se dice en su Vida no me parece novedad ninguna, pues, siendo mucho lo que se dice, es mucho mayor el concepto que tengo de su virtud y de las gracias y prodigios con que Dios la favoreció. Y, aunque lo contenido en este libro se podía llamar los desperdicios de sus escritos (como afectos con que los interrumpía, para desahogo de su abrasado espíritu), pero son como los desperdicios en la fábrica del oro más acendrado y fino, todos estimables y de precio, como lo son las perlas y preciosas margaritas: Multas indigitis (escribió Marcial ) plures in carmine gemas invenies hinc est hoc puto culta manus b
b Marcial, Libro 5. Epístola II.
. Léanse con cuidado sus Confesiones, puestas en el primer libro, y se hallará cómo, procurando la venerable Madre manifestar sus defectos, entre sus gemidos dolorosos, sobresalen las margaritas más preciosas de sus virtudes, dejándose ver con una mortificación insigne, una humildad muy profunda, una castidad angélica, pasmosa pobreza de espíritu, obediencia prodigiosa, caridad continua, en inmensos trabajos una conformidad valiente, con una paciencia invicta.
Y si las perlas se llaman uniones, porque en la concha están siempre unidas: Margarita appelantur uniones, quod nulla duo reperiuntur in conchis indiscretaec
c Viegas ex Plinio en Apoc. C.I.
. Como sintió Plinio, regístrese con cuidado el segundo libro de los Soliloquios de esta grande alma, y se hallarán en grado perfectísimo siempre unidos a aquellos dos amores de Dios y del prójimo, que, como margaritas las más estimables, incluyen [h. 23r] toda la suma de la perfección: plenitudo legis est dillectiod
d Rom. 13, 10.
; allí se verá un celo de la gloria de Dios y salvación de las almas que la consumía las entrañas: Zelus domus tua comedit me; por cuyo bien prorrumpe, con valiente animosidad, en los actos más fervorosos, que se leen con admiración de los mayores santos, predicando con este libro abierto en sus manos como el que tenía el ángel del Apocalipsis en la suya, con santo fuego en la boca, que truena, como sonora nube, para convertir a los pecadores: Vidi angelum, et habebat in manus suas libellum apertum, et cum clamaret locuta sunt septem tonitrua voces suase
e Apoc. 10.
. Llegando por su salvación a ser su amor fuerte, su emulación dura, como el Infierno, que apetecía sin culpa, por que todos se salvasen: Fortia est, ut mors dillectio, dura sicut Infernus emulatio.
Por qué mucho, si continuamente cebaba, avivaba y alimentaba este divino incendio para que ardiese siempre en el altar de su corazón, ignis in altare meo semper ardevitf
f Lev. 6.
. Con aquella oración y contemplación altísima, tantas veces en sus Soliloquios expresada, en que le fueron dadas, como grande hija de Augustino, aquellas dos alas (del claro conocimiento y amor ardiente de Dios, en que se abrasaba) de águila grande, como a la prodigiosa mujer del Apocalipsis: Data sunt Mulieri alae duae Aquilla Magnag
g Ap. 12.
. Con que no solo quedaba elevado su espíritu en éxtasis y arrebatamientos admirables, si no es muchas veces hasta su cuerpo, con las alas de su espíritu, fue visto levantado en el aire, con una hermosura y resplandor peregrino. Unas veces subía con estas alas hasta el Cielo, o todo el Cielo se bajaba a su alma, experimentando con la presencia de su Amado las delicias y felicidades de la gloria. Otras veces [h. 23v] bajaba para que resplandeciese más su fineza entre las tinieblas, susto y temor de la ausencia de su Dios (como le sucedía a David: Timor, et tremor venerunt super me et contexerunt me tenebrah
h Sal. 54.
.) A padecer dolores de infierno, a quien los comparaba: Dolores Inferni circundederunt mei
i Sal. 17.
. Pero todo este infierno se le convertía en gloria, y este llanto en mayor alegría: Convertisti planctum meum in gaudium mihi. Llenándola su dulcísimo esposo de consolaciones celestiales, al paso que, por su ausencia, fueron sus dolores secundum multitudinem dolorum meorum in corde meo, consolationes tuae laetificaverunt animam meamj
j Sal. 92, 19.
.
Avivaba también este divino fuego, como se registra en sus Soliloquios, con una cordialísima devoción, de mil modos explicada, con ángeles y santos, derritiéndose su corazón e inflamándose sus entrañas, como de sí decía san Buenaventura, con las dulzuras de su amora a María Santísima: Dulçore tuo liquafactum est cor meum, amore tuo inflamata sunt viscera meak
k S. Buenaventura, De perfectione vitae.
. Pero donde más levantaba su llama este divino incendio era con las dulzuras de la Sagrada Comunión, en el augusto sacramento y con las amarguras de la Pasión de Cristo, la que recorre de mil modos, elogia, se acoge a su cruz, a sus llagas, a sus penas, a sus dolores. En esto estaba embebecido su pensamiento, como decía el mismo Doctor Seráfico, esta deseaba, buscaba, sin querer otro consuelo que morir con Cristo y estar crucificada con su amado: nihil aliud quaeras, desideres, in nullo alio velis consolari quam ut cum Christo tu posis mori et cum Apostolo clames Christo confixus sum Cruci. No es menester más prueba de esta verdad que leer el libro que salió a luz de la Pasión toda de Cristo, comunicada a esta grande alma.
Y, finalmente, por no alargar más esta Censura, [h. 24r] léase, con todo lo dicho, el tercer libro de los Dictámenes Espirituales, que practicó esta religiosa, (en lo que puede, y debe, ser imitada por todas las almas que aspiran a la perfección, cuales por grave obligación son todas las almas religiosas) y se hallará un camino claro, sólido y verdadero para conseguir la perfección y caminar, como decía David, de virtud en virtud, que es lo que lleva ricas las alamas al cielo, no las otras cosas extraordinarias y particulares: Ibunt de virtute in virtutem, videvitur Deus deorum in Sionl
l Sal. 83, 7.3.
. Para esto es menester disponer las subidas, y no basta proponerlas, en este valle de lágrimas, en el lugar, convento y religión en que Dios puso a cada uno: Ascensiones in corde suo disposuit in Valle lacrimarum in loco quaem posuit, Y para más conseguir la imitación de esta venerable religiosa, tómese de su mano, como san Juan de la mano del ángel, este pequeño libro que ofrece, particularmente a las señoras religiosas, pero sea para considerar despacio, ponderar y meditar sus verdades, Y, una vez consideradas, masticadas y meditadas, se hallará dulcísimo y fácil al paladar del espíritu, aunque muy amargo y dificultoso al del apetitito, amor propio y cuerpo: Vidi angelum et habebat in manu sua libelum apertum ::: et accepi librum de manu angeli, et devoravi illum, et erat in ore meo tamquam mel dulce, et cum devorassem eum amaricatur est venter meusm
m Ap. 10.
. Pero esta amargura y dificutad que se experimentará en los principios, se convertirá después, como Dios lo tiene prometido, en dulzura y facilidad: Ducam te per semitas aequitatis, quas cum ingressus fueris non arctabuntur gressus tui, et currens non habebis offendiculumn
n Prov. 4, 11.
. Este es mi sentir Salvo meliori. En este Colegio Imperial. Noviembre a 19 de 1722.
Don Baltasar de san Pedro Azevedo

[p. 1]

Advertencia al que leyere

Entre lo mucho, y utilísimo, que escribió la venerable Madre Juana de la Encarnación en la cuenta de su vida, que dio de su letra, por obediencia de su confesor, son tan de fuego en su estilo, expresiones y afectos los gemidos dolorosos, confesiones, soliloquios y meditaciones, que su corazón brota en cada una de sus palabras, que siendo cada una una flecha o una llama, como hija legítima y verdadera imitadora del Espíritu. Todo luces, rayos [p. 2] e incendios de san Agustín, su glorioso padre, podíamos llegar a discurrir, o que ella le bebió todo su espíritu para trasladar en el papel el de su santo patriarca, o que el santo doctor dejó la segunda parte de sus Confesiones, Meditaciones, Soliloquios y Manual de ejercicios para la pluma de esta su grande hija, la que sin otra advertencia que la que arrebataba su corazón a Dios, cuando escribía su cuenta de conciencia con aquel soberano impulso que, suspendiendo la pluma del hilo que llevaba, la hacía correr, como sembrando fuego con las amorosas llamaradas con que va interrumpiendo sus escritos. Y por ser este, no fuego apagado en el papel, sino es ardiente, eficaz y vivo, que desde él salta a comunicarse a los corazones, como experimentará el que lo leyere con cristiana sinceridad. Por esta razón (después de haber salido a luz pública la Pasión de Cristo, comunicada, por admirable beneficio, a esta grande alma, con el resumen de su Vida) me ha parecido sacar aparte este Manual de Ejercicios, o despertador de un alma [p. 3] religiosa, que debe, por su profesión, aspirar a la perfección. En este libro, aunque en corto tomo (como en prodigioso maná) hallará todos los favores para alimentar su espíritu y crecer en toda virtud y santidad. Habiendo añadido, por utilidad de los lectores, con la unión de sus Soliloquios y palabras (que tal vez se mudan en sus equivalente, por excusar su repetición) la división en capítulos, que la Madre no hizo. Y como el que entrase a tejer ramilletes
 Símil
en un jardín ameno, poblado de flores, tomaría unas y dejaría otras, uniendo aquellas en vistosos olorosos pomos, y dejando estas: del mismo modo he procurado yo la composición de estos capítulos, dejando muchas de sus cláusulas por repetidas, y abreviando otras, por dilatadas.
En este Manual hallarán todas las almas devotas un despertador que las incite a volar a la perfección y santidad, con la lección de las Confesiones, Soliloquios y Práctica de Ejercicios y virtudes de esta grande alma, que dividiremos en tres libros
 Utilidad de este libro para los que empiezan a servir a Dios.
, para universal pasto de principiantes, proficientes y [p. 4] perfectos en la virtud. Para los que apartándose de los vicios, empiezan a servir a Dios, encontrará el alma penitente lágrimas, gemidos dolorosos y afectos ternísimos para llorar sus culpas y confesarlas con verdadera contrición; motivos poderosos, tomados de la divina justicia, fealdad del pecado, temor de Dios, conocimiento propio, para hacer penitencia, con propósitos eficaces de no perder más tiempo, antes, redimirlo, como había el Apóstol, correspondiendo a los beneficios divinos con buenas obras o
o Redimentes tempus, quoniam dies mali sunt. Ef. 5, 16.
. Y para conseguirlas, hallará hechas las confesiones más humildes, los afectos más fervorosos, las peticiones y súplicas más poderosas, con los motivos más eficaces para esperar de Dios, por los méritos de Cristo e intercesión de su Madre Santísima, su amorosa piedad y misericordia, con otros innumerables accidentes, para perseverar en la divina gracia, propios de los que, convertidos a su Majestad, empiezan animosos el camino de la virtud.
Para los que van ya aprovechado p
p Para los proficientes en la virtud.
, hallarán en este Manual un [p. 5] vivo despertador para el ejercicio de todas las virtudes e imitación de Cristo, mirándose y remirándose en toda su santísima vida, muerte y pasión, como en portentoso ejemplar Agradeciendo a su Majestad sus beneficios, dándole gracias, loores y alabanzas, por sus misericordias, acogiéndose a sus llagas, y de mil modos saludándolas con oraciones devotísimas en todos sus misterios, aficionándose a la oración mental, para aborrecer la tibieza, amar el fervor y solicitud vigilante en el servicio de Dios, por medio de la penitencia del cuerpo y mortificación de los apetitos y pasiones del alma, para llegar a aborrecer las faltas leves como se deben detestar las más graves, con el ejercicio perfecto de los votos religiosos, de paciencia, conformidad y humildad, hasta llegar a obtener aquella entera abnegación de sí mismo, que dejen al alma desocupada para ejercitar con perseverancia, en la divina presencia, las virtudes teologales; y demás afectos y jaculatorias para obtener aquella pureza de intención en todas las obras, deseos y palabras, que [p. 6] de principio, medio y fin, a todas las o peraciones de la libertad, vengan causadas de Dios o del demonio, de las criaturas o de la propia naturaleza. Estimando más el padecer con Cristo en el huerto que gozar en el Tabor con su Majestad de sus consuelos, por espirituales que sean, hasta que, desnudándose de todo afecto a criaturas, se ponga únicamente en el creador de ellas. Alabándole cuando aflige con enfermedades, desolaciones y persecuciones, como cuando consuela con la devoción, aliento y espiritual alegría. Deseando y procurando todo este bien inestimable para los prójimos, con ejemplos, palabras y oraciones, con otros innumerables medios para su consecución que pone la venerable Madre, propios de los proficientes en el servicio de Dios.
Finalmente q
q Para las almas santas y perfectas.
, aun las almas más perfectas y consumadas en virtud, hallarán en este Manual un perpetuo despertador para perfeccionarse más y más. Estando escrito que el que es justo, se justifique más, y el santo más se santifiquer
r Qui iustus es iustificetur adhunc, et sanctus, santificetur adhuc. Ap. 22, 2.
. Porque estando vinculado el [p. 7] ápice de la perfección en el perfecto amor de Dios y del prójimo, apenas hay línea en este libro que no sea una llama de caridad de Dios y celo de su gloria. Aquí se encontrará a aquella alma santa de los Cantares, dibujada al vivo, bañada en un mar de miel y leche de complacencia, gozo y alegría, cuando tenía a su amado presente. Suspirando inconsolable cuando le consideraba ausente. Atizando este dichoso incendio con deseos vivos, ansias ardientes, afectos eficaces, clamores, peticiones, admiraciones, súplicas, ofrecimientos con que levanta más y más su pura llama hacia el Cielo. Y con una sabiduría celestial se recrea, ya con Dios trino y uno, ya con la Majestad de Cristo en el sacramento santísimo, en los pasos de su vida, en cada uno de los de su Pasión, con otras muchas oraciones y elogios a María Santísima, a la cruz del Señor, a quien para más amarle, convoca a los ángeles y santos del Cielo, a las criaturas de la tierra, a los justos y bienaventurados, para elogiar con ellos, con himnos y cánticos, las perfecciones, virtudes [p. 8] y atribrutos, que va individuando de su amado, con un río de elocuencia.
Y, no pudiendo las muchas aguas de sus innumerables trabajos, enfermedades, humillaciones, desamparos y tentaciones, extinguir su caridad, usaba de estas misma amargas aguas de tribulaciones, dichosamente hidrópica, para estar más sedienta de padecer por su amado más penas y dolores. Y con todo eso se persuadía, cuando más santa, ser mayor pecadora y carecer del divino amor, cuando más amaba. Entre tanto suaviza su pena, sus deseos y ardientes ansias, con ir discurriendo y pintando las perfecciones de su amado, sus prerrogativas, misericordias, dones y beneficios, procurando corresponder a ellos con todas sus fuerzas, para amar a su Dios por sí mismo, más que por sus dones, ni de esta vida, ni aun de la otra. Dándole gusto, se consideraba feliz aun en el infierno, e infeliz del todo aun en la Gloria, si allí estuviese con disgusto suyo. Viviendo violenta en el destierro, y deseando y pidiendo de mil modos la muerte para volar a la Patria; y esto, no por gozar, sino [p. 9] por amar y alabar perpetuamente a su amado, sin las contingencias de ofenderle. Pues, porque no pecaran las criaturas, tomara las penas del infierno, y, porque los condenados y demonios se salvaran, las penas de todos padeciera. Causándola, como sin fin, este fuego que la consumía las entrañas, enfermedades, debilidad de fuerzas, enajenarse de los sentidos, palpitarle el corazón como un reloj desbaratado, con otras cosas sin número que se leen de los mayores santos.
Por último, se concluye este libro con algunos dictámenes espirituales, sacados de los escritos y práctica de virtudes de la Madre Encarnación , en que puede ser imitada de todos, principalmente por las religiosas descalzas, cuyo Instituto tuvo. Y, aunque cuanto contiene este pequeño libro tiene toda aquella seguridad moral que puede desearse en lo prudencial, habiendo sido examinado por muchos hombres doctos, no obstante, cumpliendo con los sagrados decretos del santísimo padre Urbano VIII , se sujeta cuanto [p. 10] va dicho y cuanto se contiene en este libro, al juicio y corrección de la Santa Madre Iglesia y al Vicario de Cristo, su cabeza infalible.
[s. n.][Grabado. En un óvalo, visión del crucificado entre rompiente de nubes por Juana de la Encarnación. La monja viste hábito de agustina, y porta entre los brazos los símbolos de la pasión: flagelo, tres clavos, corona de espinas, lanza, martillo, y cruz; en el palo vertical de la cruz está inscrito, Missha dilectus meus mihi. De su boca sale una filacteria con la leyenda invertida, Christo confixa sum Cirici. El óvalo está circuido por un marco con la leyenda: La v[enerable] M[adre] Juana D[e] la encarnación. R^[eligiosa] agust^[ina] D[e]scalza. Comunicola Christo su sag^[rada] passn [ion]. Ao [ño] 1714. Murió en su convto.[ento] d[e] Murc^[ia]. A II d[e] 9xe[noviembre] A[ño] 1715.El óvalo está montado sobre un marco rectangular y reposa sobre una cartela con la inscripción, Mihi autem absit gloriari nisi in cruce D.N.[Dominus] Jesuchristi. En el borde inferior izquierda, Fco Palomo del [Francisco Palomo delineavit]. En el borde inferior derecha, J. Palomo sculp [Juan Palomo sculpsit] ]

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Libro primero. Confesiones.