Título
Libro de singular excelencia y provecho para el alma compuesto por la bienaventurada S. Angela de Fulgineo; enseña la verdadera carrera para seguir las pisadas de Nuestro Señor Dios Jesu Christo. Mandado reconocer y emendar por el patriarcha arçobispo de Valencia.Libro de singular excelencia y provecho para el alma compuesto por la bienaventurada S. Angela de Fulgineo; enseña la verdadera carrera para seguir las pisadas de Nuestro Señor Dios Jesu Christo. Mandado reconocer y emendar por el patriarcha arçobispo de Valencia.
Autor
Ángela de Foligno
Datos de la edición
junto al Molino de la Rovella
Valencia
1596
427 pp.+7 hh. de tabla ; 8º.
Fuentes
Información técnica



PORTADA DEL EJEMPLAR

SigloXVI/fulgino1596-1.jpg


[h. 1r]

Libro de singular excelencia y provecho para el alma.

Compuesto por la bienaventurada santa Ángela de Fulgineo.

Enseña la verdadera carrera para seguir las pisadas de nuestro señor dios Jesucristo. Mandado reconocer y emendar por el patriarca arzobispo de Valencia.

[Debajo. Grabado que representa una crucifixión. Con la siguiente leyenda en cada lado, comenzando desde arriba y en sentido de las agujas del reloj: Et non est in alio aliquo saluo/Nec aliud nomen est sub caelo datum/Hominibus in quo oporteat/ Nos saluos fieri. Act. 4./]

Impreso en Valencia, junto al molino de la Rovella. Año 1596.Véndese en casa de Adrián Martínez librero, delante la diputación.
[h. 2r]

Al pío y católico lector de este libro.

Salud en Jesucristo nuestro señor.Aunque sea cosa cierta que los libros de devoción y espíritu que en tanta multitud se han impreso en España de cincuenta años a esta parte sean como son en gran manera excelentes y tan remontados en erudición y doctrina que no se les puede añadir, pero no se puede negar que los libros antiguos o algunos de ellos que de la misma materia de devoción y espíritu se hallan escritos o igualan a los modernos o les hacen ventaja a lo menos en los efectos y en mover y disponer con más eficacia las voluntades de los que los leen con atención y gana de aprovecharse para toda cosa de la virtud y cristiandad perfecta. Y entre otros, al parecer de muchos buenos juicios
, este de la bienaventuradaÁngela de Ful- [h. 2v] gineo , que ha 300 años y más que se escribió, tiene particular excelencia en enseñar el camino y disponer la voluntad del que le leyere para la verdadera perfección. Y esta causa y buen celo debió de mover más ha de 90 años ha de aquel santo arzobispo de Toledo, don fray Francisco Ximénez [Jiménez] , para mandarle imprimir en latín y en romance castellano, haciéndole traducir del lenguaje italiano, en el cual fue primeramente escrito. Y por haber yo visto que ya del todo se iban perdiendo y acabando los ejemplares de tan buen libro y que las personas
muy espirituales tanto le estimaban, me pareció para provecho y utilidad común y hacer a Dios nuestro señor este servicio, volverle a imprimir en esta forma de octavo, que es más portátil. Yo aseguro (y esto con parecer de personas de mejor censura que la mía) que quien le leyere
me dará mil bendiciones por haberle reimprimido y dará gracias a Dios nuestro señor de haber ha- [h. 3r] llado una tan preciosa margarita de la cual se aprovechará, no para bienes temporales y caducos, sino para los eternos y quizá más que de ningún otro libro de devoción que hasta entonces hubiere leído.
Aquí comienza el libro que es llamado Ángela de Fulgineo, el cual contiene en sí y trata del progreso por donde nuestro Señor la guió para ir a comenzar el camino de la penitencia, que fueron dieciocho pasos o escalones hasta venir a las muchas y grandes tentaciones que sufrió en el cuerpo y en el ánima. Y cómo después de haber vencido por la virtud de Dios todas estas tentaciones y trabajos, las consolaciones que nuestro Señor le hizo alumbrándola en muchas maneras de visiones y revelaciones, dándole en ellas muy profundo conocimiento de sí misma y de Dios, con otras consolaciones de sus hijos espirituales, los que en el tiempo por venir la seguirán. Y después de esto trata de la doctrina y enseñanza de esta santa madre en que nos muestra el verdadero camino para cómo podamos seguir las pisadas de nuestro Redentor, la cual doctrina es toda sacada de aquel libro de la vida, escrito de dentro y de fuera, que es Jesucristo nuestro señor Dios y hombre verdadero.
[h. 3v]

Prólogo

Porque la inflación del saber mundano, terreno y diabólico del soberbio espíritu de aquellos que dicen mucho y hacen poco quedase confuso por la sabiduría eterna de Dios, despertó Dios una mujer de estado seglar, obligada al mundo y a marido enlazada
, con hijos y riquezas, simple en saber, flaca de fuerzas, mas por la virtud infusa en ella divinalmente por la cruz de Jesucristo, dios y hombre, rompió los lazos del mundo y subió al altura de la perfección evangélica y a la perfecta y muy sabia sabiduría de la cruz de Cristo, que excede todo seso y renovó la sabiduría de los perfectos y la carrera olvidada y cegada de nuestro buen Jesús. La cual los altos gigantes afirmaban, así por palabras como por obras, no poder- [h. 4r] se guardar. Mostró esta bienaventurada no solamente ser posible guardarse, mas ser fácil y ligera y contener en sí soberanos deleites. ¡Oh sabiduría celestial de la perfección evangélica junta con aquel eterno Dios! Y tú, eterno Dios en ella, cómo hiciste loca la sabiduría de este mundo, cuando contra los varones pusiste una mujer; contra los soberbios, una humilde; contra los engañosos astutos, una simple; contra los letrados, una idiota; contra la hipocresía, un desprecio y condenación de sí misma; contra los parleros ociosos y contra las manos perezosas, un maravilloso calor de obras con silencio de palabras; contra la prudencia carnal, prudencia de espíritu, que es la ciencia de la cruz de Cristo. Donde parece que en esta mujer fuerte claramente se muestra lo que estaba escondido aun a los varones muy especulativos, pero ciegos con sus carnales exposiciones y entendimientos. Pues de aquí adelante los hijos de esta santa ma- [h. 4v] dre no temáis ser confundidos y aprended de esta nuestra Ángela del gran consejo la sabiduría de la cruz, que es el camino de todas las riquezas. La cual sabiduría consiste y es pobreza, dolor, y menosprecio y verdadera obediencia a Jesucristo, dios y hombre, y a su muy dulce madre. Y enseñad a varones y a mujeres y a toda criatura con lengua de eficaces obras. Y porque os gloriéis y no menospreciéis aprender de ella y su doctrina, sabed, muy amados, que esta es enseñadora y doctora de la disciplina de Dios y elegidora de sus obras. Acordaos, muy amados, que así como los apóstoles primero ellos supieron y predicaron a nuestro Señor, antes que padeciese viviendo aún vida pasible, pero después de muerto y crucificado, de mujer aprendieron y fueron enseñados de su resurrección. Y así vosotros, muy amados hijos, aprended
de esta santa madre Ángela la regla y vida de nuestro redentor que primero poseye- [h. 5r] ron nuestros padres y el bienaventurado san Francisco y sus compañeros predicaron, muerta ya en los religiosos carnales. Venid y juntamente conmigo la aprendamos de esta madre santa, pues en ella y en su ejemplo nos ha sido resucitada y de muerta, tornada y hecha inmortal. Ni tampoco esto es contra la providencia divina, mas antes es en menosprecio y para confusión de los varones carnales querer Dios que de mujer hayan de ser enseñados, mayormente de doctrina semejante, que no hay sobre la tierra a qué se compare. Y también como diga el bienaventurado san Hierónymo [Jerónimo] esto mismo de Olda, profetisa
 De ista Olda 4. Regem 22. & Parali. 2. cap 34 [Se refiere a la profetisa Julda, II Reyes, 22].
, a la cual recurría el pueblo en oprobio y denuesto de los varones y doctores de la ley, que por ser quebrantadores y traspasadores de los mandamientos, la profecía fue trasladada a sexo femíneo.
[h. 5v] En nombre de la Santísima Trinidad y de nuestro salvador Jesucristo, dios y hombre, y de la muy bienaventurada y sacratísima madre suya, esta es la manifestación de la redundancia de los dones del muy alto, hecha sobre esta madre Ángela de Fulgineo , porque según dice el Salvador en el evangelio, “Si alguno me ama, guardará mi palabra y mi padre lo amará y vernemos a él y haremos morada en él. Y el que me ama manifestarme he yo mismo a él”. Y la experiencia de esta manifestación y conocimiento el mismo Señor lo ha hecho experimentar y probar en estos tiempos a algunos sus fieles y devotos, y señaladamente en el ánima de esta santa madre Ángela , cuyas revelaciones y visiones yo, fray Arnaldo , de la orden de los frailes menores, apenas pude saber algunas de ellas, y esto con muchos ruegos e instancia, aunque le fuese mucho conjunto por familiaridad en el amor y caridad de Cristo. Y esto por la mucha guar- [h. 6r] da que ponía en esconder los dones de Dios. De manera que hablando en esto decía muchas veces:“¡Mi secreto a mí! ¡Mi secreto a mí!”.Y aun en cuanto yo puedo alcanzar, estas cosas que me manifestó no me las dijera sino diciéndole la pena que padecía en ver que por conservar ella su humildad nos quería privar de cosas tan provechosas. Y ella, movida por compasión y por el provecho y caridad de los prójimos, y también siendo constreñida por la conciencia y por Dios, hube las cosas aquí escritas. Y aunque por la una parte tenía ella voluntad por lo que es dicho de me manifestar algunas cosas, pero por la otra érale dificultoso, porque le parecía cuando alguna cosa de estas me quería decir que más era blasfemar, por la alteza de los misterios y muchas cosas que por palabras humanas era imposible exprimirlas. Salvo solamente aquellas cosas que corporal o imaginariamente nos cuentan ser hechas, pero las cosas divinas y lo [h. 6v] que el ánima por la influencia divinal padece de todo en todo son a nosotros inefables. Así que cuando esta mujer me comenzó a manifestar los secretos divinales, decíame cosas las más maravillosas del mundo y por palabras no acostumbradas, pero muy eficaces y llenas de lumbre. Y muchas veces, como no las podía explicar, parecía como que se turbaba y entristecía por no me poder manifestar lo que conocía, aunque yo por aquello que decía conocía algo de aquello que quería exprimir, pero era tan poco que me parecía ser yo así como el arnero o cedazo, que echa lo precioso y sutil y retiene en sí lo más grueso. Y esto parece porque después de haber escrito algunas cosas de las que me decía, traíaselas para que las corrigiese y decíame algunas veces, como maravillándose, que no conocía aquellas palabras que le leía y también que no tenía sabor espiritual lo que escribía. Y otra vez me dijo:“Por estas pa- [h. 7r] labras que escribiste me quiero acordar de lo que dije, pero está tan oscuramente escrito, que por estas palabras no se dice ni se explica nada de lo que yo siento o conozco”.Y otra vez me dijo: “Escribes lo peor y lo que no es nada, pero ninguna cosa escribes de lo precioso que el ánima siente”. Y esto sin duda algunas veces era por falta mía, no porque yo añadiese algo de mío, pero porque en la verdad no podía entender las cosas que decía por mi insuficiencia, y porque no sabía escribir aprisa ni tenía oportunidad ni me bastaba el tiempo, ni tampoco tenía lugar para comunicar, por muchas causas e impedimentos que se ofrecían. Y acaecióme algunas veces que iba a escribir estando algo desordenado en la conciencia y parecía que así se troncaba todo, que ninguna cosa podía escribir ordenadamente. Y por esto alguna vez cuando podía confesábame primero, porque ayudado por la gracia de Dios pudiese te- [h. 7v] ner orden y concierto en lo que escribía. Así que por las dichas causas escribí sin orden y pienso ser milagro divino si escribí alguna cosa ordenadamente, pero quedábame no pequeño cuidado, porque muchas cosas que entendía ser dignas de escribir dejaba por las causas sobredichas. Pero yo en mí mismo, por los méritos de ella escribiendo experimenté alguna gracia espiritual
y nueva que nunca antes había experimentado. Y por eso con gran reverencia y temor escribí de manera que cosa ninguna no añadía de mío ni una parte solamente, salvo como de su boca lo oía. Y muchas veces le hacía que me tornase a decir lo que quería que escribiese y trabajaba por poner sus propias palabras en vulgar, así como lo decía, por no apartar ni desviarme de su intención mudándolo en otros vocablos latinos. Y algunas veces me dijo:“Yo ternía consciencia de decir estas cosas, salvo por una palabra que me es dicha y es esta, que tantas cuantas más veces dijere estas cosas, tantas más [h. 8r] me quedarán a mí”.Y muchas veces me dijo serle revelado y dicho que hiciese escribir en fin de lo que escribía, esto conviene a saber:“De todas estas cosas aquí dichas sean dadas gracias
a Dios”.
Fue esta santa mujer de un lugar llamado Fulgineo, a tres leguas de Asís. Y al principio de su llamamiento era casada
y tenía hijos e hijas. Y luego comenzó a hacer muy áspera penitencia cuanto bastaban todas las fuerzas de su cuerpo, según que esto yo mismo supe y conocí. Y allende de esto sufrió y padeció muchas tentaciones y tormentos en el cuerpo y en el ánima de demonios y del poderío de las tinieblas, los cuales muchas veces la atormentaron visible e invisiblemente. Y tanto más cruelmente cuanto estos malignos espíritus más que ninguna humana criatura conocen todas las maneras en que más nos pueden a- [h. 8v] fligir y atormentar. Así que como sobre esto una persona digna de fe se maravillase mucho y hubiese compasión contándole ella la manera tan espantable como era atormentada, vio aquel siervo de Dios en revelación ser así aquello verdad como ella había contado. Donde desde entonces le tenía gran compasión y le era aficionado con muy gran devoción. Y era esta santa mujer de muy ferviente y gran oración y en la confesión muy sabia y discreta. Y acaeció una vez que esta sierva de Dios confesándose conmigo, como acostumbraba, conocí en ella tanta perfección del conocimiento de sus pecados y tanta contrición y lágrimas le vinieron desde el comienzo de la confesión hasta el fin, con tan profunda humildad, que yo lloré dentro de mi corazón. Creyendo verdaderamente que aunque en el mundo hay grandes engaños, era imposible que ánima a donde tanta rectitud y verdad había pudiese [h. 9r] ser engañada. Y como la noche siguiente enfermase de grave enfermedad, otro día siguiente de mañana vino a la iglesia de los frailes y entonces yo comulguéla, y sé esto, que entonces ni después nunca comulgó que no recibiese alguna nueva y grande gracia del Señor. Y era tanta la eficacia de las ilustraciones, iluminaciones y consolaciones que recibía en el ánima, que claramente redundaban muchas veces en el cuerpo. En tal manera que estando algunas veces conmigo era elevada su ánima y no podía entender cosa alguna de las que estaba yo leyendo que tenía escritas y era alterada en la cara y en el cuerpo por el alegría de los coloquios divinos y por la devoción y deleitación de las consolaciones que sentía, en tanto que algunas veces sus ojos relucían así como candela y su cara como rosa. Y parecía algunas veces que tenía más llena la cara y toda resplandeciente y hecha angélica y maravillosa en su vulto, que ex- [h. 9v] cedía toda nuestra humana condición. Y olvidábase de comer y beber como si su espíritu no estuviera en cuerpo mortal. Y solía contar una compañera suya, virgen muy devota, que como una vez fuesen por un camino, se tornó toda resplandeciente, alegre y colorada, y sus ojos tan grandes que en ninguna manera parecía ser ella. Y como esto viese su compañera, iba triste, temiendo que alguna persona las encontrase y la viese. Por esto la misma compañera se cubría la cara y decíale por qué ella también no se cubría, pues que sus ojos iban tan resplandeciendo. Y porque esta compañera era temerosa y simple mucho y no alcanzaba aún a conocer las gracias y dones de Dios, lloraba y heríase con sus manos y dábase en los pechos diciendo:“Dime, ahora ¿qué es esto que te ha acontecido? De aquí adelante conviene que te apartes de donde hubiere hombres, pues que ya no podemos ir a lugar ninguno”.Y condolíase dicien- [h. 10r] do:“¿Qué haremos?”Y esta sierva de Dios respondíale confortándola diciendo:“No temas aunque topemos hombres, que Dios nos ayudará y será con nosotras”.Y esto dijo haberle acaecido con ella muchas veces. Decía asimismo esta dicha su compañera que como esta santa madre estuviese una vez echada y absorta toda y puesta en exceso mental, como le acaecía muchas veces, que vio a su lado así como una estrella muy hermosa de diversas colores e innumerables que resplandecían y salían de ella unos rayos de maravillosa hermosura y subían aquellos rayos en alto hacia el cielo y tornábanse a su lado de ella, donde estaba la estrella tornando a subir y a descender. Y esta estrella, como ella decía, no era muy grande. Otrosí algunas veces por las vejaciones y tormentos y tentaciones y enfermedades que padecía en el cuerpo y en el ánima y por el enflaquecimiento del amor y deseo de su a- [h. 10v] mado, estaba tan seca y amarilla que era compasión verla, y casi siempre continuo toda debilitada y enferma.
Y yo, fray Arnaldo , que esto escribí, después de haber escrito todas las cosas en este libro contenidas, rogué y pregunté a esta sierva de Dios que ella quisiese rogar y saber de nuestro Señor si alguna cosa falsa o demasiada yo hubiese escrito para que por su misericordia quisiese revelarlo, porque se pudiese saber la verdad de esto. Y ella me respondió diciendo que ya muchas veces lo había rogado a nuestro Señor para que le quisiese mostrar así en las cosas que ella me había dicho como en las cosas que yo había escrito, si intervenía alguna mentira o superfluidad. Y dijo que le había sido respondido por nuestro Señor que todo lo que ella me había dicho y yo había escrito todo era verdad y no había en ello falsedad ni superfluidad alguna. Salvo que muchas cosas no habían sido así perfectamente expresa- [h. 11r] das como convenía. Así mismo otra vez me dijo esta santa madre que le había sido revelado por Dios que todo lo que estaba en este libro era según su voluntad y que de él había procedido y que él lo sellaría. Y que como ella no entendiese esta palabra sellar, que le tornó a decir nuestro Señor que él lo firmaría. Y yo en todo este libro no añadí ninguna cosa a sus palabras, pero muchas cosas dejé de escribir porque no las podía comprender con mi entendimiento. Otrosí fueron examinadas todas estas cosas, disponiéndolo nuestro Señor, por dos frailes menores
dignos de fe, los cuales examinaron con tanta diligencia todas las cosas aquí contenidas que todo lo escrito en este libro confirieron con ella para certificarse si ella lo había dicho así. Y hallaron ser fielmente escritas. Fueron así mismo examinadas todas estas cosas por el señor Jacobo de Columna y por ocho frailes menores
, letrados muy famosos, de [h. 11v] los cuales algunos fueron lectores en estudios generales y otros inquisidores y custodios, personas fidedignas y de mucha gravedad y varones muy espirituales, los cuales no hallaron qué reprender, antes con mucha humildad y caridad, teniendo en gran veneración toda la doctrina de esta santa madre, aprobaron todo lo en este libro contenido. Pero no se maraville ninguno que leyere
este libro de esto, que muchas veces le eran dichas palabras dulces y llenas de amor, porque esta manera de hablar se halla en la sacra escritura, como parece en el libro de los Cantares, como está claro al que lo leyere. Mayormente que como ella estuviese fundada en tan profunda humildad, la gracia divina la conservaba de toda vanidad y elación, antes de tales palabras quedaba hecha muy más humilde. Y cuando algunas veces dice que era elevada y transformada en un estado de iluminación y alegría [h. 12r] o deleitación, que no creía perderla para siempre, yo esta palabra y otras semejantes así las entiendo, conviene a saber, que aquella ánima bendita por la ilustración divinal era puesta de nuevo en un estado de transformación continua en aquella lumbre infinita de Dios y en un sentimiento que allí no había experimentado. El cual sentimiento aunque sea continuo, su continuación es por el hábito que le queda, comoquiera que aun actualmente muchas veces recibe acrecentamiento de nuevos fervores, gozos y dulzores y de nuevos gustos, quedándole siempre aquella misma iluminación y sentimiento acrecentado y continuado, como dicho es. Y así se puede entender aquel acrecentamiento de ilustraciones y mayores dulzores y fervores permanecer continuamente y ser acrecentados y renovados.
[h. 1r]

Libro de singular excelencia y provecho para el alma.

Compuesto por la bienaventurada santa Ángela de Fulgineo.

Enseña la verdadera carrera para seguir las pisadas de nuestro señor dios Jesucristo. Mandado reconocer y emendar por el patriarca arzobispo de Valencia.

[Debajo. Grabado que representa una crucifixión. Con la siguiente leyenda en cada lado, comenzando desde arriba y en sentido de las agujas del reloj: Et non est in alio aliquo saluo/Nec aliud nomen est sub caelo datum/Hominibus in quo oporteat/ Nos saluos fieri. Act. 4./ ]

Impreso en Valencia, junto al molino de la Rovella. Año 1596.Véndese en casa de Adrián Martínez librero, delante la diputación.
[h. 2r]

Al pío y católico lector de este libro.

Salud en Jesucristo nuestro señor. Aunque sea cosa cierta que los libros de devoción y espíritu que en tanta multitud se han impreso en España de cincuenta años a esta parte sean como son en gran manera excelentes y tan remontados en erudición y doctrina que no se les puede añadir, pero no se puede negar que los libros antiguos o algunos de ellos que de la misma materia de devoción y espíritu se hallan escritos o igualan a los modernos o les hacen ventaja a lo menos en los efectos y en mover y disponer con más eficacia las voluntades de los que los leen con atención y gana de aprovecharse para toda cosa de la virtud y cristiandad perfecta. Y entre otros, al parecer de muchos buenos juicios, este de la bienaventurada Ángela de Ful- [h. 2v] gineo , que ha 300 años y más que se escribió, tiene particular excelencia en enseñar el camino y disponer la voluntad del que le leyere para la verdadera perfección. Y esta causa y buen celo debió de mover más ha de 90 años ha de aquel santo arzobispo de Toledo, don fray Francisco Ximénez [Jiménez] , para mandarle imprimir en latín y en romance castellano, haciéndole traducir del lenguaje italiano, en el cual fue primeramente escrito. Y por haber yo visto que ya del todo se iban perdiendo y acabando los ejemplares de tan buen libro y que las personas muy espirituales tanto le estimaban, me pareció para provecho y utilidad común y hacer a Dios nuestro señor este servicio, volverle a imprimir en esta forma de octavo, que es más portátil. Yo aseguro (y esto con parecer de personas de mejor censura que la mía) que quien le leyere me dará mil bendiciones por haberle reimprimido y dará gracias a Dios nuestro señor de haber ha- [h. 3r] llado una tan preciosa margarita de la cual se aprovechará, no para bienes temporales y caducos, sino para los eternos y quizá más que de ningún otro libro de devoción que hasta entonces hubiere leído.
Aquí comienza el libro que es llamado Ángela de Fulgineo, el cual contiene en sí y trata del progreso por donde nuestro Señor la guió para ir a comenzar el camino de la penitencia, que fueron dieciocho pasos o escalones hasta venir a las muchas y grandes tentaciones que sufrió en el cuerpo y en el ánima. Y cómo después de haber vencido por la virtud de Dios todas estas tentaciones y trabajos, las consolaciones que nuestro Señor le hizo alumbrándola en muchas maneras de visiones y revelaciones, dándole en ellas muy profundo conocimiento de sí misma y de Dios, con otras consolaciones de sus hijos espirituales, los que en el tiempo por venir la seguirán. Y después de esto trata de la doctrina y enseñanza de esta santa madre en que nos muestra el verdadero camino para cómo podamos seguir las pisadas de nuestro Redentor, la cual doctrina es toda sacada de aquel libro de la vida, escrito de dentro y de fuera, que es Jesucristo nuestro señor Dios y hombre verdadero.
[h. 3v]

Prólogo

Porque la inflación del saber mundano, terreno y diabólico del soberbio espíritu de aquellos que dicen mucho y hacen poco quedase confuso por la sabiduría eterna de Dios, despertó Dios una mujer de estado seglar, obligada al mundo y a marido enlazada, con hijos y riquezas, simple en saber, flaca de fuerzas, mas por la virtud infusa en ella divinalmente por la cruz de Jesucristo, dios y hombre, rompió los lazos del mundo y subió al altura de la perfección evangélica y a la perfecta y muy sabia sabiduría de la cruz de Cristo, que excede todo seso y renovó la sabiduría de los perfectos y la carrera olvidada y cegada de nuestro buen Jesús. La cual los altos gigantes afirmaban, así por palabras como por obras, no poder- [h. 4r] se guardar. Mostró esta bienaventurada no solamente ser posible guardarse, mas ser fácil y ligera y contener en sí soberanos deleites. ¡Oh sabiduría celestial de la perfección evangélica junta con aquel eterno Dios! Y tú, eterno Dios en ella, cómo hiciste loca la sabiduría de este mundo, cuando contra los varones pusiste una mujer; contra los soberbios, una humilde; contra los engañosos astutos, una simple; contra los letrados, una idiota; contra la hipocresía, un desprecio y condenación de sí misma; contra los parleros ociosos y contra las manos perezosas, un maravilloso calor de obras con silencio de palabras; contra la prudencia carnal, prudencia de espíritu, que es la ciencia de la cruz de Cristo. Donde parece que en esta mujer fuerte claramente se muestra lo que estaba escondido aun a los varones muy especulativos, pero ciegos con sus carnales exposiciones y entendimientos. Pues de aquí adelante los hijos de esta santa ma- [h. 4v] dre no temáis ser confundidos y aprended de esta nuestra Ángela del gran consejo la sabiduría de la cruz, que es el camino de todas las riquezas. La cual sabiduría consiste y es pobreza, dolor, y menosprecio y verdadera obediencia a Jesucristo, dios y hombre, y a su muy dulce madre. Y enseñad a varones y a mujeres y a toda criatura con lengua de eficaces obras. Y porque os gloriéis y no menospreciéis aprender de ella y su doctrina, sabed, muy amados, que esta es enseñadora y doctora de la disciplina de Dios y elegidora de sus obras. Acordaos, muy amados, que así como los apóstoles primero ellos supieron y predicaron a nuestro Señor, antes que padeciese viviendo aún vida pasible, pero después de muerto y crucificado, de mujer aprendieron y fueron enseñados de su resurrección. Y así vosotros, muy amados hijos, aprended de esta santa madre Ángela la regla y vida de nuestro redentor que primero poseye- [h. 5r] ron nuestros padres y el bienaventurado san Francisco y sus compañeros predicaron, muerta ya en los religiosos carnales. Venid y juntamente conmigo la aprendamos de esta madre santa, pues en ella y en su ejemplo nos ha sido resucitada y de muerta, tornada y hecha inmortal. Ni tampoco esto es contra la providencia divina, mas antes es en menosprecio y para confusión de los varones carnales querer Dios que de mujer hayan de ser enseñados, mayormente de doctrina semejante, que no hay sobre la tierra a qué se compare. Y también como diga el bienaventurado san Hierónymo [Jerónimo] esto mismo de Olda, profetisa
 De ista Olda 4. Regem 22. & Parali. 2. cap 34 [Se refiere a la profetisa Julda, II Reyes, 22].
, a la cual recurría el pueblo en oprobio y denuesto de los varones y doctores de la ley, que por ser quebrantadores y traspasadores de los mandamientos, la profecía fue trasladada a sexo femíneo.
[h. 5v] En nombre de la Santísima Trinidad y de nuestro salvador Jesucristo, dios y hombre, y de la muy bienaventurada y sacratísima madre suya, esta es la manifestación de la redundancia de los dones del muy alto, hecha sobre esta madre Ángela de Fulgineo , porque según dice el Salvador en el evangelio, “Si alguno me ama, guardará mi palabra y mi padre lo amará y vernemos a él y haremos morada en él. Y el que me ama manifestarme he yo mismo a él”. Y la experiencia de esta manifestación y conocimiento el mismo Señor lo ha hecho experimentar y probar en estos tiempos a algunos sus fieles y devotos, y señaladamente en el ánima de esta santa madre Ángela , cuyas revelaciones y visiones yo, fray Arnaldo , de la orden de los frailes menores, apenas pude saber algunas de ellas, y esto con muchos ruegos e instancia, aunque le fuese mucho conjunto por familiaridad en el amor y caridad de Cristo. Y esto por la mucha guar- [h. 6r] da que ponía en esconder los dones de Dios. De manera que hablando en esto decía muchas veces:“¡Mi secreto a mí! ¡Mi secreto a mí!”.Y aun en cuanto yo puedo alcanzar, estas cosas que me manifestó no me las dijera sino diciéndole la pena que padecía en ver que por conservar ella su humildad nos quería privar de cosas tan provechosas. Y ella, movida por compasión y por el provecho y caridad de los prójimos, y también siendo constreñida por la conciencia y por Dios, hube las cosas aquí escritas. Y aunque por la una parte tenía ella voluntad por lo que es dicho de me manifestar algunas cosas, pero por la otra érale dificultoso, porque le parecía cuando alguna cosa de estas me quería decir que más era blasfemar, por la alteza de los misterios y muchas cosas que por palabras humanas era imposible exprimirlas. Salvo solamente aquellas cosas que corporal o imaginariamente nos cuentan ser hechas, pero las cosas divinas y lo [h. 6v] que el ánima por la influencia divinal padece de todo en todo son a nosotros inefables. Así que cuando esta mujer me comenzó a manifestar los secretos divinales, decíame cosas las más maravillosas del mundo y por palabras no acostumbradas, pero muy eficaces y llenas de lumbre Y muchas veces, como no las podía explicar, parecía como que se turbaba y entristecía por no me poder manifestar lo que conocía, aunque yo por aquello que decía conocía algo de aquello que quería exprimir, pero era tan poco que me parecía ser yo así como el arnero o cedazo, que echa lo precioso y sutil y retiene en sí lo más grueso. Y esto parece porque después de haber escrito algunas cosas de las que me decía, traíaselas para que las corrigiese y decíame algunas veces, como maravillándose, que no conocía aquellas palabras que le leía y también que no tenía sabor espiritual lo que escribía. Y otra vez me dijo:“Por estas pa- [h. 7r] labras que escribiste me quiero acordar de lo que dije, pero está tan oscuramente escrito, que por estas palabras no se dice ni se explica nada de lo que yo siento o conozco”.Y otra vez me dijo: “Escribes lo peor y lo que no es nada, pero ninguna cosa escribes de lo precioso que el ánima siente”. Y esto sin duda algunas veces era por falta mía, no porque yo añadiese algo de mío, pero porque en la verdad no podía entender las cosas que decía por mi insuficiencia, y porque no sabía escribir aprisa ni tenía oportunidad ni me bastaba el tiempo, ni tampoco tenía lugar para comunicar, por muchas causas e impedimentos que se ofrecían. Y acaecióme algunas veces que iba a escribir estando algo desordenado en la conciencia y parecía que así se troncaba todo, que ninguna cosa podía escribir ordenadamente. Y por esto alguna vez cuando podía confesábame primero, porque ayudado por la gracia de Dios pudiese te- [h. 7v] ner orden y concierto en lo que escribía. Así que por las dichas causas escribí sin orden y pienso ser milagro divino si escribí alguna cosa ordenadamente, pero quedábame no pequeño cuidado, porque muchas cosas que entendía ser dignas de escribir dejaba por las causas sobredichas. Pero yo en mí mismo, por los méritos de ella escribiendo experimenté alguna gracia espiritual y nueva que nunca antes había experimentado. Y por eso con gran reverencia y temor escribí de manera que cosa ninguna no añadía de mío ni una parte solamente, salvo como de su boca lo oía. Y muchas veces le hacía que me tornase a decir lo que quería que escribiese y trabajaba por poner sus propias palabras en vulgar, así como lo decía, por no apartar ni desviarme de su intención mudándolo en otros vocablos latinos. Y algunas veces me dijo:“Yo ternía consciencia de decir estas cosas, salvo por una palabra que me es dicha y es esta, que tantas cuantas más veces dijere estas cosas, tantas más [h. 8r] me quedarán a mí”.Y muchas veces me dijo serle revelado y dicho que hiciese escribir en fin de lo que escribía, esto conviene a saber:“De todas estas cosas aquí dichas sean dadas gracias a Dios”.
Fue esta santa mujer de un lugar llamado Fulgineo, a tres leguas de Asís. Y al principio de su llamamiento era casada y tenía hijos e hijas. Y luego comenzó a hacer muy áspera penitencia cuanto bastaban todas las fuerzas de su cuerpo, según que esto yo mismo supe y conocí. Y allende de esto sufrió y padeció muchas tentaciones y tormentos en el cuerpo y en el ánima de demonios y del poderío de las tinieblas, los cuales muchas veces la atormentaron visible e invisiblemente. Y tanto más cruelmente cuanto estos malignos espíritus más que ninguna humana criatura conocen todas las maneras en que más nos pueden a- [h. 8v] fligir y atormentar. Así que como sobre esto una persona digna de fe se maravillase mucho y hubiese compasión contándole ella la manera tan espantable como era atormentada, vio aquel siervo de Dios en revelación ser así aquello verdad como ella había contado. Donde desde entonces le tenía gran compasión y le era aficionado con muy gran devoción. Y era esta santa mujer de muy ferviente y gran oración y en la confesión muy sabia y discreta. Y acaeció una vez que esta sierva de Dios confesándose conmigo, como acostumbraba, conocí en ella tanta perfección del conocimiento de sus pecados y tanta contrición y lágrimas le vinieron desde el comienzo de la confesión hasta el fin, con tan profunda humildad, que yo lloré dentro de mi corazón. Creyendo verdaderamente que aunque en el mundo hay grandes engaños, era imposible que ánima a donde tanta rectitud y verdad había pudiese [h. 9r] ser engañada. Y como la noche siguiente enfermase de grave enfermedad, otro día siguiente de mañana vino a la iglesia de los frailes y entonces yo comulguéla, y sé esto, que entonces ni después nunca comulgó que no recibiese alguna nueva y grande gracia del Señor. Y era tanta la eficacia de las ilustraciones, iluminaciones y consolaciones que recibía en el ánima, que claramente redundaban muchas veces en el cuerpo. En tal manera que estando algunas veces conmigo era elevada su ánima y no podía entender cosa alguna de las que estaba yo leyendo que tenía escritas y era alterada en la cara y en el cuerpo por el alegría de los coloquios divinos y por la devoción y deleitación de las consolaciones que sentía, en tanto que algunas veces sus ojos relucían así como candela y su cara como rosa. Y parecía algunas veces que tenía más llena la cara y toda resplandeciente y hecha angélica y maravillosa en su vulto, que ex- [h. 9v] cedía toda nuestra humana condición. Y olvidábase de comer y beber como si su espíritu no estuviera en cuerpo mortal. Y solía contar una compañera suya, virgen muy devota, que como una vez fuesen por un camino, se tornó toda resplandeciente, alegre y colorada, y sus ojos tan grandes que en ninguna manera parecía ser ella. Y como esto viese su compañera, iba triste, temiendo que alguna persona las encontrase y la viese. Por esto la misma compañera se cubría la cara y decíale por qué ella también no se cubría, pues que sus ojos iban tan resplandeciendo. Y porque esta compañera era temerosa y simple mucho y no alcanzaba aún a conocer las gracias y dones de Dios, lloraba y heríase con sus manos y dábase en los pechos diciendo:“Dime, ahora ¿qué es esto que te ha acontecido? De aquí adelante conviene que te apartes de donde hubiere hombres, pues que ya no podemos ir a lugar ninguno”.Y condolíase dicien- [h. 10r] do:“¿Qué haremos?”Y esta sierva de Dios respondíale confortándola diciendo:“No temas aunque topemos hombres, que Dios nos ayudará y será con nosotras”.Y esto dijo haberle acaecido con ella muchas veces. Decía asimismo esta dicha su compañera que como esta santa madre estuviese una vez echada y absorta toda y puesta en exceso mental, como le acaecía muchas veces, que vio a su lado así como una estrella muy hermosa de diversas colores e innumerables que resplandecían y salían de ella unos rayos de maravillosa hermosura y subían aquellos rayos en alto hacia el cielo y tornábanse a su lado de ella, donde estaba la estrella tornando a subir y a descender. Y esta estrella, como ella decía, no era muy grande. Otrosí algunas veces por las vejaciones y tormentos y tentaciones y enfermedades que padecía en el cuerpo y en el ánima y por el enflaquecimiento del amor y deseo de su a- [h. 10v] mado, estaba tan seca y amarilla que era compasión verla, y casi siempre continuo toda debilitada y enferma.
Y yo, fray Arnaldo , que esto escribí, después de haber escrito todas las cosas en este libro contenidas, rogué y pregunté a esta sierva de Dios que ella quisiese rogar y saber de nuestro Señor si alguna cosa falsa o demasiada yo hubiese escrito para que por su misericordia quisiese revelarlo, porque se pudiese saber la verdad de esto. Y ella me respondió diciendo que ya muchas veces lo había rogado a nuestro Señor para que le quisiese mostrar así en las cosas que ella me había dicho como en las cosas que yo había escrito, si intervenía alguna mentira o superfluidad. Y dijo que le había sido respondido por nuestro Señor que todo lo que ella me había dicho y yo había escrito todo era verdad y no había en ello falsedad ni superfluidad alguna. Salvo que muchas cosas no habían sido así perfectamente expresa- [h. 11r] das como convenía. Así mismo otra vez me dijo esta santa madre que le había sido revelado por Dios que todo lo que estaba en este libro era según su voluntad y que de él había procedido y que él lo sellaría. Y que como ella no entendiese esta palabra sellar, que le tornó a decir nuestro Señor que él lo firmaría. Y yo en todo este libro no añadí ninguna cosa a sus palabras, pero muchas cosas dejé de escribir porque no las podía comprender con mi entendimiento. Otrosí fueron examinadas todas estas cosas, disponiéndolo nuestro Señor, por dos frailes menores dignos de fe, los cuales examinaron con tanta diligencia todas las cosas aquí contenidas que todo lo escrito en este libro confirieron con ella para certificarse si ella lo había dicho así. Y hallaron ser fielmente escritas. Fueron así mismo examinadas todas estas cosas por el señor Jacobo de Columna y por ocho frailes menores
, letrados muy famosos, de [h. 11v] los cuales algunos fueron lectores en estudios generales y otros inquisidores y custodios, personas fidedignas y de mucha gravedad y varones muy espirituales, los cuales no hallaron qué reprender, antes con mucha humildad y caridad, teniendo en gran veneración toda la doctrina de esta santa madre, aprobaron todo lo en este libro contenido. Pero no se maraville ninguno que leyere este libro de esto, que muchas veces le eran dichas palabras dulces y llenas de amor, porque esta manera de hablar se halla en la sacra escritura, como parece en el libro de los Cantares, como está claro al que lo leyere. Mayormente que como ella estuviese fundada en tan profunda humildad, la gracia divina la conservaba de toda vanidad y elación, antes de tales palabras quedaba hecha muy más humilde. Y cuando algunas veces dice que era elevada y transformada en un estado de iluminación y alegría [h. 12r] o deleitación, que no creía perderla para siempre, yo esta palabra y otras semejantes así las entiendo, conviene a saber, que aquella ánima bendita por la ilustración divinal era puesta de nuevo en un estado de transformación continua en aquella lumbre infinita de Dios y en un sentimiento que allí no había experimentado. El cual sentimiento aunque sea continuo, su continuación es por el hábito que le queda, comoquiera que aun actualmente muchas veces recibe acrecentamiento de nuevos fervores, gozos y dulzores y de nuevos gustos, quedándole siempre aquella misma iluminación y sentimiento acrecentado y continuado, como dicho es. Y así se puede entender aquel acrecentamiento de ilustraciones y mayores dulzores y fervores permanecer continuamente y ser acrecentados y renovados.
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Comienza el camino de la vida de esta santa madre Ángela de Fulgineo , desde que comenzó a ir por el camino de la penitencia como ella de sí misma lo recuenta

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