Título
Oración y contemplación de la muy devota religiosa y gran sierva de Dios soror María de Sancto Domingo de su orden y hábito, dirigida al muy reverendíssimo señor Cardenal y Obispo de Tortosa nuestro padre y general inquisidor y mi señor.
Autor
María de Santo Domingo
Datos de la edición
s.n. [Jorge Coci]
s.l. [Zaragoza]
1518 s.a. [1518?]
28 hs. ; 4º.
Fuentes
Información técnica



PORTADA DEL EJEMPLAR

SigloXVI/santodomingo1518-1.jpg


[h. 1r]

Oración y contemplación de la muy devota religiosa y gran sierva de Dios sóror María de Santo Domingo de su orden y hábito.

Dirigida al muy reverendísimo señor cardenal y obispo de Tortosa nuestro padre general inquisidor y mi señor.

[]


[h. 1v]Al reverendísimo en Cristo, padre y señor, el señor don Adriano de Trayecto por la gracia y misericordia divina presbítero cardenal de san Juan y san Pablo de la santa iglesia romana, obispo de Tortosa y de los reinos de Castilla y Aragón, general inquisidor contra la herética pravedad. Un sacerdote (aunque indigno) de vuestra señoría, muy cierto y afectado servidor, salud y reverencia y obediencia filial.

Prólogo

En muchas y diversas maneras, reverendísimo señor, nos muestra tener Dios hoy también (aunque más pecadores) aquel amor entrañable que al tiempo de su pasión sacratísima piadosamente nos mostró, dándonos en nuestros días tal figura en memoria de lo figurado, Cristo crucificado para bien y gloria de los buenos, que siempre en su pensamiento lo tienen, y fieles cristianos que lo siguen y creen, y para condenación de los ingratos y malos que se descuidan y de los infieles que lo dudan. Esta sierva de Dios de quien yo entiendo de hablar y vuestra señoría creo que habrá oído, por la gracia que Dios ha puesto en ella, viendo que de su pasión y muerte nos viene el bien y sin ella todo el mal y que sobre todos los pensamientos y actos de ejercicio espiritual este es el más necesario y provechoso y el que al más alto grado nos puede traer, nunca de su puro corazón y limpio pensamiento por una sola hora entera se aparte; cuyo testigo de esta presunta verdad es el costado derecho suyo, que milagrosamente se rompe y se abre cada año el día de la pasión por aquel mismo lugar, derramando sangre que a Cristo nuestro redentor con la herida de la lanza se le abrió y la derramó, sintiendo grandísimos dolores por todos aquellos miembros y partes del cuerpo que el mismo Cristo [h. 2r] sintió, sin otras grandes maravillas que Dios ha hecho y hace cada día en ella y en otros por ella.
Pues, señor, de lo dicho y por decir, ¿qué podemos inferir sino que este derramar de sangre de la criatura es por el menosprecio y olvido que tenemos del derramamiento de la sangre del criador o quizá vituperio en secreto lugar? Su bondad, acusada con tanta malicia, y la nueva manera de persecución contra su persona y cavilación diabólica contra sus buenas obras es el poco celo de su fe. El ejemplo de su vida perfecta es vergüenza y corrimiento para todos. Sus palabras de doctrina tan alta y tan provechosa, siendo mujer sin letras y aldeana, es gran confusión para los hombres y mucha mayor para los letrados, los cuales contra ellos pueden mejor decir por ella lo que san Agustín contra sí por san Antón: “Levántanse los indoctos y arrebatan el cielo y nosotros con nuestra ciencia chapuzámonos en el infierno”. Digo, señor, indoctos por ciencia aquista, porque de la ciencia infusa el Espíritu Santo le dio tanta a esta su sierva cuanta a otra; y más quería decir sino por no escandalizar a los que no la conocen.
Tome por ende, señor, lo poco que digo según lo mucho que de ella siento, aunque con la incapacidad del espíritu y rudeza de mi ingenio no puedo llegar al cabo. Vuestra señoría y todas ellas también me perdonen si vivo engañado en creer que esta mujer es la más alumbrada y la que mejor habla y mayor sierva de Dios que hoy vive entre las mujeres (aunque ella confiesa lo contrario), pero no por esto, porque procede de su mucha humildad. Mas por algunos buenos respectos que callo, dudé muchas veces lo que por otros mejores otras tantas ante había pensado de imprimir la presente obra. Pero como la leyese y hubiese leído y releído una vez y otra y otras más pareciome tan católica y a la doctrina de Cristo tan conforme, que [h. 2v] formé consciencia de mi duda y con razón. Porque si el bienaventurado y pacientísimo Job queriendo hablar de la santa resurrección deseaba que fuesen escritas sus palabras en libros con estilo de hierro y esculpidas en piedra con letras de plomo, ¿qué duda había que lo bien hablado sobre ella desease yo e hiciese imprimir con letras de tinta en papel de la marca menor? Ninguna, por cierto. Mas antes creí que volver atrás empresa de tan buen parecer era tanto como sacrilegio y era más que cobardía. ¿Podré ser reprendido porque la tuve tan errónea, aunque sea tal? Respondo, con enmienda de vuestra señoría, que si me dicta ser cosa necesaria para la salud levantar la paja del suelo, peco mortalmente si no la depongo o no la levanto, cuánto más grano tan limpio sin ella. De manera que si fue yerro en tenerla, no lo fue en seguirla.
Juntose también a esto la importunación de muchos que cargó sobre mí, la cual, como pueda mucho en hacer las más veces conceder lo que se querría denegar, bastara por sí sola a relevar mucha parte de mi culpa y para del todo quitarla, un deseo que puede más muy grande de obedecer y servir a vuestra señoría con un presente de tal cualidad como este. El cual no he hallado a quien mejor dirigirlo pudiese, por ser tan doctísimo, tan universal en las ciencias, tan religioso y siervo de Dios. Y por tanto hijo espiritual de su iglesia y de su santa fe católica, general inquisidor y defensor, para que si la obra no es tal cual yo la confieso y pregono, la mande quemar y a mí castigar por haberla publicado. Y si lo es, suplico a vuestra señoría que la reciba con aquella voluntad que se le ofrece. Por cuyo premio y galardón del servicio solo quiero (si quiere que sea) la merced que me hará en quererla recibir, y enmendar como letrado y discreto señor lo que en ella fuere humano y favorecer como católico cristiano lo divino.
[h. 3r]

División de la obra

La presente obra, aunque pequeña (reverendísimo señor) se divide en cuatro partes, según que cuatro partes distintas por sí contiene, correspondiendo cada una a lo mucho que habla y doctrina que enseña en cuatro maneras. La primera es cuando está arrebatada en presencia del santísimo sacramento y, luego después de haberlo recibido, la más devota y espiritual cosa de ver y llorar que mis ojos nunca vieron. Y a esta primera manera de su hablar y enseñar doctrina corresponde la primera parte de la obra, donde dice “¡Ay, mi Dios!, ¡ay, mi Dios!”. La segunda es cuando considerando la grandeza de Dios por alguna maravillosa cosa criada por él, pone tanto su pensamiento y la imaginación en ella que luego se arrebata en contemplación y dice palabras muy altas y dignas de memoria. Y a esta segunda manera corresponde sutilmente la segunda, donde dice “¡Oh, dulce y buen Jesús!”. La tercera es cuando puesta en estos raptos <el por> y religiosos teólogos que presentes se hallan hacen algunos argumentos contra lo que dice y ella escucha, oye y agudamente responde y satisface. Otras veces le preguntan algunas dudas y la verdad de las opiniones de doctores, y entonces ella responde cuando la respuesta es provechosa y necesaria para nuestra salud, porque a la pregunta curiosa suele callar si no le manda responder el superior por obediencia. Y a esta tercera corresponde brevemente la tercera, donde dice: “Pues yo era criador de todas las cosas”. La cuarta es cuando retraída en su celda escribe cartas al papa, al rey nuestro señor, al cardenal de España, a los padres vicario general y provincial de su orden y a otros muchos, muchas veces. Y a las que recibe de muchos responde por estilo dulce, elegante y provechoso. Y a esta cuarta corresponde la cuarta, donde dice “Jesucristo crucificado”. Y porque fuera tra- [h. 3v] bajoso y muy dificultoso imprimir todo lo que está escrito de lo que ella dice, tuve por bien de contentarme por ahora con esto poco, que es una muy pequeña parte por respecto del todo, para que guste el ánima hambrienta de este manjar nuevo espiritual en cuatro maneras guisado, de cada una de ellas a lo menos un bocado.

Sumario de su vida virtuosa y perfecta, con respuesta a los detractores maldicientes y murmuradores sin respuesta .

Hablando con temor y acatamiento en las cosas de la madre beata sóror María de Santo Domingo , digo que ningún medio tiene entre dos extremos, porque o son las más perfectas y santas que hoy conocemos en el mundo o las peores y más imperfectas. Lo primero se muestra por otras dos cosas, que son su doctrina y su vida, de las cuales si con humilde juicio queremos considerar, la doctrina parece que es muy provechosa y muy santa. Es muy provechosa porque a muchos pecadores ha puesto y pone en conocimiento de sus culpas y camino de penitencia y a todos los que están algo alumbrados enciende más en amor de Dios y los esfuerza para en la perfección y la mejoría de la penitencia y esto es todo lo que ella amonesta, sin quitar ni poner cosa del mundo en nuestra santa fe católica. Es su doctrina muy santa, porque vemos en ella muchas y muy continuas lágrimas, mucha oración y devoción, contemplación y alumbramiento en las cosas de Dios y mucha gracia y facundia en persuadirlas, mostrarlas y declararlas sin nunca haber aprendido letras, mucha perseverancia en obrarlas, muy conforme en todo al concierto de los santos doctores. Y si algunas veces se permite al enemigo para que dé algo de esto, mas nunca él lo da sino con imperfecciones y defectos y ella siempre tiene estas cosas con perfección y acrecentamiento. Él las da temporales y sin que duren y ella continuo las tiene sin nunca faltarle; él las da para nunca dejar levantar a los caídos y para derribar a los levantados y para confusión del que de él las recibe, y ella con [h. 4r] ellas a los pecadores ciegos y duros alumbra y mueve a contrición y penitencia y pone a los ya alumbrados en mayor conocimiento; y al mismo demonio tan confuso y vencido que, como por muy cierto se sabe en los tormentos que los demonios muchas veces le han dado y dan, le mueven partidos diciendo que la dejarán en paz con toda su compañía y que no se les entremeta en aprovechar a los pecadores. Vemos que esta sierva de Dios es muy obediente a sus prelados y confesores y que siempre lo ha sido, y pues nunca siguió su voluntad propia ni parecer, sino el de Dios que la rige o del prelado o confesor que la manda y aconseja, debemos creer grandes cosas que han dicho de ella. Y entre otras cosas, de las cuales muchas ya se han cumplido, como el abrírsele el costado muchas veces por la parte que nuestro señor fue herido con la lanza, como lo han visto muchos muchas veces manando sangre, y quedar libre y vencedora de muchas y muy grandes persecuciones que ha pasado y padecido y otras particularidades que callo, porque no hacen para todos los espíritus y entendimientos. Vemos que todas sus contemplaciones o raptos o lo más de ellos son recibiendo (o luego antes o después de haber recibido) el santísimo sacramento o delante de él y en su presencia y, pues él es y nos fue dejado por nuestro soberano bien y remedio, blasfemia sería sospechar que todo nuestro bien y reparo se convirtiese en nuestra perdición y engaño, y que tan largos y tantos tiempos y tan públicamente como ha que esto dura, que consintiese la misma verdad ser traída en testimonio de mentira y que diese lugar a tanta ofensa suya (siendo tan poderoso) y a tanta perdición nuestra, costándole tanto como le costamos. Nunca el enemigo tuvo licencia de llegar al santísimo sacramento, porque nunca con él los que malamente lo recibieron quedaron sino más confusos y ciegos y más presto castigados. Ni aún cuando al enemigo se le dará mayor licencia, que será en la venida del Anticristo, podrá llegar al santísimo sacramento. Antes por estorbar el reparo y consolación de los fieles, perseguirá a los sacerdotes porque no celebren y por las cuevas y montes, adonde se dirán escondidamente las misas, andarán los fieles [h. 4v] recibiendo y adorando el santísimo sacramento, porque no tendrán otro consuelo. Considerando esto y mucho que callo de su santidad y provecho de su doctrina, no podría, aunque pecador, acabar conmigo de dar tanta victoria al enemigo que de ella y en ella tuviese parte alguna ni en sus obras, de las cuales y del comienzo de su vida, que tal y tales fueron y son como en los procesos que contra ella han sido hechos está bien probado por muchos testigos. Sabemos que, aunque es hija de pobres personas, es hijadalgo y de limpia sangre, su padre y su madre fueron personas de muy buena vida y muy devotos. Hase probado de su padre cosas de muy gran siervo de Dios. Ella de su niñez comenzó muy maravillosamente el servicio de Dios, pasando mucha hambre, muchos ayunos de muchos meses sin comer nada y de otros con solas raíces y yerbas, sufriendo con mucha paciencia y alegría mucho frío, pobreza, grandes asperezas, disciplinas y muy rigurosa penitencia, recibiendo grandes heridas, mostrando en ellas grandes tormentos del enemigo y muy agudos dolores, muchas dolencias, enfermedades y golpes, y de todo ello, así como ha sido y es más que natural, así también sin físico ni natural medicina ha sido y es siempre por virtud divina curada, y queda muy sana y con mucha alegría. Y aunque juntamente con todo esto ha sido muy perseguida y lo es siempre, han ido y van sus cosas todas de bien en mejor. Y cuanto más han procurado de deshacerla, abajarla y abatirla los que no son dignos ni merecen seguirla, tanto más Dios ha acrecentado y acrecienta en ella y en los que la siguen la cualidad, fervor y reverencia de su amor y temor, y la cuantidad y número de religiosas y religiosos y de seglares para la religión que dejan por ella el mundo, y de él y de la religión se allegan a ella, siguiendo su doctrina y ejemplo con muy santo deseo y con mucha humildad y aspereza. Vemos con ella personas de [h. 5r] mucha religión, de santos deseos y buena vida y letras y que sus persecuciones son del linaje de las que nuestro Señor padeció y otros santos que le siguieron y que también los perseguidores de ella o son del linaje de los que tuvo nuestro señor o personas de poca prudencia, devoción y humildad o mudables y apasionados. De donde se sigue que sus cosas son de Dios o que Dios huye de los que le buscan y se va tras los que de él huyen, y trae más engañados y ama menos los que más le aman, y que da más lumbre a los que menos procuran de ser alumbrados y son más astrosos, lo que es imposible.
Vemos que estos tales de dos cosas dudan con razón y de tres en todas sus persecuciones la acusan con verdad. La primera es que dudan que no coma y que no comiendo viva, diciendo que el comer es tanto de esencia de la vida humana que aun el verbo divino, de que la tomó, comió por sostenerla naturalmente y que por tanto etc. Ítem, más que ningún discípulo ni siervo ha de ser mayor que su señor y maestro, y pues si Jesucristo nuestro señor comió y bebió y también su gloriosa madre y aun los santos apóstoles, a los cuales dijo Cristo “Comed y bebed lo que hallareis en las casas do entrareis”, también en la misma manera comieron y bebieron, ¿quién es, pues, aquel que los pueda exceder ni aún igualar con ellos? A lo primero se puede responder de esta manera: el comer es de esencia de la vida humana. Digo que es verdad y esto por razón del calor natural que de continuo consume el húmedo radical, en cuyo es ser o fenecer consiste o fenece, pero como la potencia divina que así lo ordenó sea sobrenatural, no está sujeta a las reglas de ella para que no pueda ordenar otro cuando quiere y en quien quiere y como quiere. Y si de este privilegio no quiso él usar siempre para sí, podemos responder y decir cerca de esto así: porque subiésemos nosotros al cielo y gozásemos de su divinidad, bajó Dios a la tierra a tomar nuestra [h. 5v] humanidad y sufrir pena por nuestra culpa, y morir por matar nuestra muerte y vivir por vivificar y reparar nuestra vida. Y pues se humilló y tuvo por bien para los dichos efectos de la tomar y nunca dejar, tomándolo todo quísolo todo manifestar y mostrar ejemplo. Ayunó cuarenta días y cuarenta noches sin comer y después tuvo hambre: en lo uno mostró que era dios y en lo otro manifestó que era hombre, el cual comió y bebió e hizo cosas de hombre, sin las cuales el hombre naturalmente vivir no puede. Y porque el comer entre otras cosas es más esencial, para probar su santísima humanidad verdaderamente resucitada (de la cual muchos dudaron) también comió y bebió y fue tratado y palpado. Esta su sierva está de suyo tan notoriamente probada la humanidad, que nadie dudaría de ella, aunque en todo viviese como ángel y por esto no vale la consecuencia: pues Cristo comió, ella tan bien ha de comer.
A lo segundo se responde que aunque el dicho del evangelista sea y es verdadero, entendido y tomado al fin y propósito de la misma verdad que lo dijo, pero al suyo de ellos es tan falso como la misma falsedad de quien lo allega, porque si así no fuese y estos dijesen verdad, muy bien se seguiría que san Juan Bautista fue mayor que Jesucristo, porque el señor por su propia boca dijo: “Vino Juan no comiendo ni bebiendo, y el hijo de la virgen vino comiendo y bebiendo”. Ítem se seguiría que san Pablo, el primero ermitaño, y san Antón, y los santos dos Macarios, y san Hilarión, y Serapión y otros muchos santos padres que usaban ayunos muy continuos, fuera del común modo de los santos apóstoles, fueron mayores que los apóstoles. Y si estos murmuradores y maldicientes a este replicaren que san Juan Baptista en el yermo y los susodichos santos padres en Egipto no así simplemente ayu- [h. 6r] naron sin comer, mas que aunque en un tiempo ayunaban, en otro tiempo comían algo. ¿Qué me dirán estos de muchos otros que estuvieron muchos días y años sin manjar ni mantenimiento corporal alguno? Como nos lo enseña claramente la sagrada escritura en los del viejo testamento y prueba de los del nuevo la historia de cada cual hasta nuestros días, como abajo ejemplificaremos. Vamos por orden y contando.
Léese en la sagrada escritura de Moisés que ayunó sin comer y sin beber cuarenta días y cuarenta noches, por cierto no por su propia virtud como Jesucristo, mas con la virtud que salía de las palabras de Dios sustentábase Moisés, con el cual hablaba cara a cara, así como suele el hombre hablar con algún amigo suyo. Y en la virtud y fuerza del manjar que mandó comer a Helías anduvo otro tanto tiempo hasta llegar al monte de Oreb, monte del Señor. Más se lee, en el libro donde están escritas las vidas de los santos padres, que un fraile, ya adelante en días, llamado por nombre Juan, cuya vida, costumbres y abstinencia recita san Appellen en el mismo libro, diciendo que como se hubiese ido al yermo, estando tres años continuos debajo de una piedra grande de una peña, siempre hizo oración, tanto que nunca se asentó ni estuvo acostado y tanto dormía cuanto podía arrebatar de sueño teniendo en la tierra hincadas las rodillas. Y salvo los domingos que venía un sacerdote de santa vida a decirle misa y darle el santo sacramento, otra cosa alguna no comía, ca aquello solo le era sacramento y manjar, lo que hace a nuestro caso. Pero pláceme haberlo dicho todo, porque todo es sobrenatural y ordenado y hecho por disposición y voluntad divina, más que por virtud humana ni por fuerza natural alguna. Así mismo de santa María Egipciaca se lee (en el libro ya dicho) que con solo tres pa- [h. 6v] nes que compró por tres dineros cuando salió de Jerusalén para ir al desierto, pasó diecisiete años y el resto hasta 42 con solas yerbas; otro dice, de mucha autoridad, que sin comer cosa alguna. De santa María Magdalena leemos en su historia haber estado en una muy alta peña treinta años sin comer y de otras muchas y muchos padres religiosos que fueron en Egipto, Tebas y Mesopotamia que pasaron con yerbas, raíces y agua, que cuasi es poco menos que lo mismo. En otro tiempo, mucho después, vino santa Caterina de Siena, la cual cuanto más encendida en el amor y temor de Dios y deseo de le servir, tanto menos gana tenía de comer y era mayor su abstinencia, de tal manera que andando el tiempo vino a no comer ni beber por muchos años cosa alguna. Cuyo hábito, vida y penitencia, en cuanto ella puede y Dios quiere, ésta su sierva de quien hablamos trabaja en todo o en la mayor parte de imitar y seguir. Ahora postreramente en nuestros días no ha muchos años sabemos de cierto por auténtica escritura y testigos que le vieron y hablaron cómo un suizo llamado por nombre frater Nicolás, natural de muy cerca de Undervalden, lugar principal de los trece lugares principales que los suizos llaman los trece cabos o comunidades de la diócesis de Constancia, estuvo en un desierto monte de aquella tierra haciendo penitencia veinte años sin comer, el cual por los muchos y grandes milagros que ha hecho y de continuo hace lo ha canonizado la santa iglesia romana en el año de mil quinientos nueve. Otros muchos se podrían traer sin dificultad, mas no sin enojo de prolijidad, pero estos basta traídos por ejemplo, porque sino tampoco bastaría el martirologio ni la letanía toda. Pues veamos, ¿fueron por aventura éstos mayores que los apóstoles por eso o quizá el mejor de ellos mayor que nuestra señora la Virgen María gloriosa, la cual [h. 7r] ni estuvo en tal lugar ni hizo tal ayuno, no por cierto ni tan grande? Sepan, pues, estos, si no lo saben, que ser mayor o menor santo no consiste ni se juzga según el ayuno, mas según mayor o menor caridad. A los que no lo saben lo digo, porque a los que lo saben el Señor (que sin engaño los conoce como a maldicientes murmuradores) en su santo evangelio responde diciendo de los tales: “Quien tiene orejas para oír, oiga. ¿A quién compararé yo esta generación de niños, que jugando dicen a sus compañeros: ‘Nosotros habemos cantado y vosotros no cantastes, habemos llorado y no plañisteis’?" Y dice luego adelante la misma sapiencia encarnada lo que arriba dijimos: "vino Juan Bautista, que no comía ni bebía, y dijeron que tenía demonio; vino el hijo de la virgen comiendo y bebiendo y dijeron: ‘Este es un hombre tragador y bebedor de vino, amigo de publicanos y pecadores etc.’ ” Tómame esos dichos y conciértame esas medidas. Esta sola sentencia de Cristo nuestro redentor y maestro con lo de más arriba dicho abasta para cerrar las bocas de los tales que maliciosamente murmuran y para abrir los corazones de los que simplemente ignoran.
La segunda de que dudan es el abrir del costado milagrosamente. A esto respondiendo digo que si consideramos lo que adelante diremos, hallaremos tanta causa para creer cuanta buscamos razón para dudar, porque aunque este milagro es grande y misterioso, no es del todo nuevo en el mundo, porque sabemos que se le abrió a san Francisco y tan bien a santa Caterina de Siena. Digo no es nuevo habiendo respecto a la generalidad, digo del todo, porque lo es en parte habiendo respecto a la especie y cualidad que corresponde, porque en aquella fue el costado izquierdo y en esta el derecho, como el de Cristo que con lanza abrió el caballero; de aquellos lo sabemos porque lo oímos y leemos y de esta porque lo tocamos y vemos. Pero no por eso se altere algún devoto ni nadie tampoco pensando que lo digo por haber querido hacer odiosa comparación ni me- [h. 7v] nos anteponer a tan grandes santos en el cielo esta sierva de Dios en la tierra, que puede errar y acertar, merecer y desmerecer, tropezar y caer sin levantar en la batalla entre tanto que la peregrinación dura suspirando, gimiendo y llorando en este mundo, valle de lágrimas, por cuya causa de este peligro nos amonesta el Señor por su eclesiástico que a ninguno loemos ante de la muerte, queriendo decir que le loemos y magnifiquemos después de la vida. Pero a quien dio tan buenos principios y medios tan maravillosos con perseverancia, piadosamente se presume y cree que dará glorioso fin. Por ende los cristianos de lo uno y de lo otro, de aquellos y de esta, por la merced que recibimos no seamos a Dios ingratos, mas démosle gracias porque así le place y no escudriñemos la razón y causa por qué lo hace, por cuanto sus cosas son grandes e inescrutables y maravillosas en número sin cuenta. Y por tanto ignoraba Job diciendo: “Si viniere Dios a mí dándome prosperidades, no le veré”. Es a saber, si sea para mi bien o mi mal, no lo sé; si se fuere dejándome en las tribulaciones y tentaciones, no lo entenderé ignorando el fin de ello. Si de súbito interroga ¿quién le responderá? ¿o quién puede decir por qué lo haces así? Pues que así es, dejemos ya de inquirir y escudriñar sus secretos y divinos juicios, que son muy grandes en virtud e inestimables e incomprensibles en razón humana e innumerables en multitud, los cuales entonces cumplimos, cuando para cumplirlos ser insuficientes nos estimamos y conocemos. Entonces más cumplida y facundamente los alabamos cuando maravillados enmudecemos y si alcanzarlos locamente tentamos, entonces muy menos de ellos sabemos. Sea por ende nuestro saber, con todo estudio de humildad, tenerlos en muy gran reverencia y admiración y creamos que aunque todos van medidos y ordenados según su eternal presciencia, pero a nuestra utilidad y provecho, pues él quiere si queremos que todos [h. 8r] nos salvemos. Y cuando no halláremos la razón y causa de ello, no pasemos adelante en querer juzgar si no queremos errar, mas quedémonos atrás y digamos con san Pablo: “¡Oh, altitud de riquezas de ciencia y sapiencia de Dios, cuán incomprensibles son tus juicios!” Grandes, por cierto, como dicho es y grande, por ende, iniquidad es querer que no sea infinito ni poderoso como lo es para que nos pueda copiosa y infinitamente apremiar y premiar, y junto con esto a quien el cielo y la tierra no pueden tomar quererlo comprehender y encerrar en nuestra flaca cabeza. Esto se ha dicho por los juicios temerarios de algunos y murmuraciones de muchos en secreto y el mal hablar de otros en todo lugar, a rienda suelta, sin parar, de esta su sierva y de las maravillas que obra en ella.
A la cual de solas tres cosas, como arriba dijimos, en todas sus persecuciones la acusan con verdad: que come habiendo pasado mucho tiempo sin comer, que viste y trae algunas cosas de hábito seglar, y que anda en mula y huelga con placeres y pasatiempos mundanos y honestos. Son tan criminales estas tres cosas que como nadie puede sustentar la flaqueza sin comer, vestir y algunos pasatiempos, aun siendo en ella como dicen que son, ni son en nadie pecado ni en ella, porque no se los veda su religión, antes son para ella actos de perfección. Y para los que saben el fin de esto, que es el que hace buenas o malas las cosas, tales son de mucho ejemplo y provecho, porque comemos los hombres por la hambre y mantenimiento y ella harta y hambrienta con el amor de Dios; porque no ha menester ni sufre otro natural mantenimiento sino el de su gracia, come para recibir tormento por echarlo, como lo provoca y echa, y persecución por recibirlo.
Lo primero muestra su caridad, porque se busca nuevas y secretas maneras de atormentarse por amor y reverencia de Cristo nuestro señor y maestro, remedando [h. 8v] su santísima vida toda trabajosa, aunque no puede ser remedada sino de lejos. Lo segundo muestra su humildad, porque por recibirlo es perseguida, lo cual también se muestra en traer las cosas que trae, pues con ello hace que no la tengan en lo que la tendrían si no hallasen en ella aquel achaque. También en traerlas usa de caridad con los que se las dan, que le ruegan que las traiga, por que se acuerde de rogar a Dios por ellos. Y si no puede andar a pie y se recrea con estas cosas y con placeres honestos, consideren los que mal les parece si tuvieren espíritu cómo, aun con todo esto, pueda ella sufrirse descendiendo de su espiritual conversación y la pena que siente por la grandeza que deja y la poquedad donde se torna. Y tan bien que ellos trabajando pocas veces muchas veces descansan, y ella llena de trabajos y dolores ha menester algún descanso, porque aunque sus cosas son del cielo, su persona es de la tierra. Cuánto más que pues que en estos pasatiempos muchas veces se arrebata en contemplación, muestra que no estaba su pensamiento en los placeres del mundo, sino en los de Dios y que en ellos no lo quita ella de su memoria, mostrándonos pues en esto que ni en los pasatiempos ni nunca quitemos el pensamiento de Dios y en esto otro, que siempre huyamos la honra y alabanza de la gente.
Claramente parece que ella aprovecha más en su perfección y da mayor ejemplo a los que saben recibirlo en lo que está dicho que no si no comiese y estuviese muy rota y muy encerrada y con mucha hipocresía y tristeza. Por ende los que se escandalizan de lo presente, para que no se escandalicen, consideren los tormentos y dolores que pasa cada día y las asperezas, necesidades y trabajos que ha pasado y no juzguen de lo uno sin lo otro, porque de otra manera no podrían juzgar justamente, sino apasionada y como quien por sola información de la una parte se determina sin oír la otra. Mayormente que aun estando en duda, somos obligados de presumir bien de nuestro próximo, porque el [h. 9r] derecho humano así lo presume y el divino manda que así lo creamos, y en caso dudoso que interpretemos lo mejor y más sano. Pues cuánto sea más justo así interpretarlo y creerlo (aunque no fuésemos obligados) claramente parece, porque en creerlo así hacemos que las grandes y maravillosas obras de Dios se manifiesten en ella a honra y provecho de ella y nuestro, si con recto juicio y sin pasión se considera, y de creer lo contrario se sigue lo contrario. Y pues no tiene menos fuerza Dios, sino mucha más y mayor para hacer bien que el diablo para hacer mal, no sé ni siento cuál cristiano sin blasfemia pueda atribuir a Dios lo malo y al diablo lo bueno, diciendo que esto es engaño de él y no gracia del Espíritu Santo, como lo es y se ha de creer por muchas y evidentes razones. El enemigo malo suele a veces bien tratar al pecador acá en su casa por poderle allá del todo maltratar en la suya para siempre. A esta religiosa sabemos que le ha dado muchas veces en su celda y retraimiento grandes heridas corporales hasta hacerle salir la sangre por las narices y boca, por los ojos y orejas y dejarla por muerta, lo que no haría si esto fuese engaño. Porque sabemos por muchos ejemplos y experiencia que del engaño que él más usa entre mil modos de empecer y engañar es entrar con la de Dios por salir con la suya y esto con halagos y grandes ofrecimientos, pero no con puñadas y coces, por lo cual habemos de creer que él, usando de su astucia acostumbrada, ha trabajado de la engañar y con la ayuda de Dios él queda de ella engañado y así como corrido del engaño, véngase del cuerpo, pues no tiene parte en el alma. Más adelante vemos que esta religiosa con su vida y doctrina a muchos buenos ha hecho mejores y a muchos malos y pecadores convertido a penitencia. Pues si esto es engaño, de necesidad habemos de decir que el diablo ha sido necio, pues por ganar un alma ha perdido tantas. Pero así como la consecuencia en llamarle necio es falsa (por cuan- [h. 9v] to es ángel y perro viejo), así también el antecedente del engaño es falso. E si todavía porfían, ¿quién hará ciertos y seguros a ellos que así creen y hablan que no sean engañados del diablo? Porque si según ellos esta religiosa y sierva de Dios, de la cual tantas veces ha sido vencido, cuyo cuerpo sobre toda virtud natural vive y se sostiene, cuya ánima está siempre llena de gozo espiritual y tan perseverantemente pacificada puede ser engañada del diablo, ¿cuánto más lo podrán ser estos que sienten mal de ella, de los cuales ninguno de los susodichos bienes ha venido a nuestra noticia? Por cierto creyendo y diciendo estas cosas ninguno es más verosímil, ellos haber sido engañados del enemigo, pues no ha podido a ella engañar en darles a entender y creer que la tiene engañada, y este es el engaño verdadero. Ni tampoco vale el argumento que traen de algunas, que no hago caso de ellas, sino de sola una, que se halla ser verdad por auténtica escritura, la cual era tenida por santa y después hallaron y vieron que como engañada del enemigo sus cosas fueron malas y acabaron mal. Digo que no vale, porque es regla general que para que valga el argumento de un semejante a otro, ha de haber de necesidad en todo semejanza, en otra manera dando caso de desemejanza no ha lugar el tal argumento. Y porque todas las cualidades y condiciones que concurrieron en la una no concurren en la otra, por tanto no vale ni ha lugar. Y puesto que valiese en caso que concurriesen, valdría para dudar que sea tan buena y no para afirmar que esta es mala pues aquella lo fue, porque no porque uno sea hereje se sigue que lo es o será su compadre o mi vecino. Ni tampoco es buena del hábito al acto la consecuencia, porque no es papa el que puede ser papa ni es malo el que puede ser malo. De manera que a los que no llevan en la manga la culebra ni tienen cataratas en los ojos conocerán y verán que queda con esto harto bien satisfecho a los argumentos (aunque no sofísticos), porque no traen semejanza [h. 10r] de verdad, mas bambollas de jabón llenas de malicia y venenosa ponzoña.
Esto se manifiesta por lo que se dice y también por lo que se calla. Muchas mujeres hubo que hicieron lo que esta hace y menos que esta y las aprueba la iglesia y tiene por santas, porque lo son de verdad. Pues, ¿por qué para probar que esta es buena no las traerán en argumento y consecuencia, como traen para probar en consecuencia que es mala una golondrina que no hace verano? No hallo razón otra ninguna mas de buscar ocasión para apartarse de su amigo o queriéndole mal ponerle nombre de rabioso o lo que dice Séneca, con perdón: “Algunos perros tienen natural condición de ladrar más por costumbre que por verdad”. Pero si los fariseos semejantes a estos (no también por verdad mas por costumbre) ladraban y mordían a Jesucristo, nuestro señor y maestro, al cual mentirosamente infamaron y dijeron que en Belcebú hacía sus obras, etc., ¿qué maravilla, pues, es si a esta sierva suya maliciosamente y con mentira la infamen y digan lo mismo persiguiéndola? Ninguna, por cierto, porque vemos por experiencia que ninguna cosa más cierta el bueno tiene sobre sí que luego la persecución del malo, con la cual se examina y se prueba su bondad y virtud, como el oro en el fuego y con el martillo la plata, que cuanto más golpeada, tanto más luce y el platero cansado. Por ende callando y no les respondiendo, de cansados callarán. Vemos que sin tener esta sierva de Dios cosa de propio, con solo lo que le dan sin que ella lo pida ni haga pedir nada a nadie (porque toda su hambre es de la salud de las ánimas) ha hecho y cuasi acabado una muy gran casa y monasterio muy costoso y en breve tiempo mantiene pocas menos de doscientas beatas que tiene y recibe de cada día y con mucha penitencia las tiene y trae descalzas y muy alegres, contentas y gordas. Y sin el gasto de otras muchas mozas y mozos pobres, chiquitos y grandes, que hace estudiar y cría para la religión, gasta mucho con religiosos y da muchas limosnas públicas [h. 10v] y secretas. De manera que viendo lo mucho que gasta sin poder ver de dó sale, habemos de creer que solo Dios, que le da tanto del tesoro del cielo, le da esta abundancia en el de la tierra. Y pues todo lo que todos tienen es de Dios, que hace mucha merced al que alumbra para que ayude con sus limosnas en esta su santa despensa.
Así que por estas razones y por otras muchas que callo, las cosas de esta sierva de Dios, aunque han sido y son muy impugnadas de muchos y de personas poderosas, han sido por sentencia de jueces apostólicos (para esto dados) examinadas ellas y su persona, y aprobadas y declaradas por santas y buenas. Parece, pues, que su doctrina es muy alumbrada y provechosa y su vida y sus obras muy santas y que siendo estas dos cosas tan maravillosas y tales, no son razonables ni medianas las cosas de esta sierva de Dios, antes son de mucha santidad y perfección como está dicho. Siendo, pues como son tales, no pueden ser sino de Dios, pues siendo suyas no puede el enemigo tener en ellas poco ni mucho. Y así parece que Dios hace al mundo una muy grande y nueva misericordia en darnos por quien podamos ser alumbrados. Y si quisiéremos humillarnos, conozcamos nuestros pecados y seamos movidos y ayudados a hacer penitencia y a enmendarnos. Conviene, pues, que conociéndonos pecadores y ciegos, con la llave de la humildad abramos nuestros entendimientos para que salgan las tinieblas del pecado y entre la lumbre de Dios, porque es cosa muy probada y muy cierta (sin falta) que los que se allegan a esta sierva de Dios con humildad y santo deseo, luego conocen en sí mismos maravillosos movimientos y fuerzas para tener contrición y arrepentirse de sus pecados y para hacer penitencia y de cada día muchos avisos (si perseveran) para la enmienda y mejoría de sus vidas. Pero si nuestra soberbia no quiere reprehensión ni nuestra mala y dura costumbre mudanza, ni queremos oír lo que no nos agrada ni creerlo, aunque veamos que nos cumple, [h. 11r] sin que veamos hacer milagros como personas de poca fe, infieles que por solos milagros se mueven y si andamos pidiendo otros mayores milagros, que son su sancta vida y doctrina y obras y la conversión y provecho que hace en los pecadores. Pues en los santos apóstoles y siervos de Dios no son menos maravillosas sus vidas, doctrina y obras que fueron sus milagros, ni entre los milagros no fue menor la conversión y resurrección del alma muerta de san Pablo que la del cuerpo finado de san Lázaro. Menospreciando por ende con esto esta merced que Dios nos hace, conviene que nos aparejemos a las penas que están muy ciertas por su justicia, pues nadie puede huir de su poderosa mano, por que habemos de ser perdonados, por su misericordia y nuestra penitencia, o condenados por su justicia y nuestra culpa.
Y porque también se tiene por culpa callar la verdad como expresar la mentira, para que de ella no seamos acusados ante la divina bondad, parecionos que debíamos de responder contradiciendo, como queda, mediante su gracia, asaz respondido a los murmuradores, detractores y maldicientes del singular modo de vivir de esta religiosa y gran sierva suya. A los cuales, si les parece que no basta para que desistan de su falsa opinión y porfía, yo les ruego con toda cortesía que les baste lo que dijo Cristo a sus discípulos y a otros muchos en su santo evangelio: “Todas y cualesquiera cosas que los escribas y fariseos os dijeren guardadlas y hacedlas, las que ellos hacen no las queráis vosotros hacer”. Digo, con enmienda de todos, que de las palabras de este texto podemos sacar dos notables conclusiones: la primera, que cuanto a Dios no se requiere quién o cuál es el que habla mas qué es lo que habla; la segunda, que si lo que dice si es bueno y lo que hace es malo, que tomemos de él lo que bien dice y dejemos lo que mal hace. Y así digo trayéndolo a propósito que si esta religiosa es tal y tan mala como a ellos se les figura y ensueña, dejen lo que mal hace; y si tienen orejas para oír y entendimiento y voluntad para comprender, tomen esto que bien dice que se sigue.
[h. 11v]

A los lectores de la presente obra

Amonestamos al lector de la siguiente contemplación que no se ofenda su ánima cuando viere que una mujer dijo en éxtasis o arrebatamiento de su espíritu las palabras y sentencias que en esta breve compilación se contienen. Ni menos se altere su corazón si hallare en ella algunas palabras representadoras de amorosa pasión o dichas en sentido místico. Ca el Espíritu Santo a do quiere espira y es propio del verdadero y excelente contemplativo que con toda su virtud ama a Dios padecer en su espíritu y cuerpo las alteraciones que vemos que padecen los que aman apasionados según la carne. Y aún los excelentes contemplativos usaron de este nombre de amor y acostumbraron hablar en su espíritu a Dios con palabras tiernas y delicadas. Por lo cual dice el bienaventurado san Dionisio en el Libro de los nombres divinales que el glorioso mártir san Ignacio decía muchas veces “El mi amor es el crucificado”. Mas porque por nuestros pecados el día de hoy hay más heridos de las saetas del amor terrenal que no del santo y divinal y el gusto no puede ser buen juez del sabor del manjar que nunca probó, por tanto solos aquellos podrán sentir y juzgar de la lección de esta obrecilla que sintieren ya su espíritu ser apartado de las afecciones del mundo y estar ayuntado a Dios con verdadero amor y temor.
La oración y contemplación que se sigue es algo de lo que se pudo coger de lo que estando arrebatada dijo la sierva de Dios, sóror María de Santo Domingo , beata de la tercera regla del bienaventurado santo Domingo, en la comunión del día de pascua de resurrección del Señor, en su monasterio de Santa Cruz de la Magdalena en Aldea Nueva, presentes algunos religiosos, un caballero de Talavera, un letrado oidor de cancillería en Valladolid, un canónigo de Zaragoza, otro de Segovia y otras eclesiásticas y seglares personas.

[h. 12r] Comienza el texto
[h. 28r]Vidit Saldaña inquisitor Cesaragusti
Vidit Castillo vicarius generale